¿Donald Trump al banquillo de los acusados?
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En esa nación sudamericana han aplicado el método de te ahogo y después te saco la cabeza, que es lo mismo que te estrangulo primero económicamente y después te vengo a «salvar» con ayuda humanitaria.
En algunos otros países han usado con más eficacia el de fabricar pruebas para acusar a sus dirigentes, lo que se ha dado a conocer como la cacería de líderes populares de izquierda, donde logran vincular los poderes judicial, parlamentario y mediático con el fin de derribar los gobiernos progresistas de América Latina.
Ejemplos sobran: los casos de Luiz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, Cristina Fernández y Rafael Correa, a los que lograron hacerles hasta un expediente «delictivo» y sacarlos convenientemente del juego cuando la verdadera justicia —como suele suceder en estos casos— se hace la de la vista gorda.
Pero como dije anteriormente, la cacería es de líderes de izquierda. Al parecer, aunque existan testigos y hasta pruebas contra verdaderos delincuentes políticos de la derecha, estos casi siempre logran zafarse.
Me refiero, claro está, al explosivo testimonio que hizo Michael Cohen, exabogado y asesor de Donald Trump, ante el Congreso este miércoles.
Cohen acusó a Trump de «estafador, racista y tramposo», al tiempo que expresó estar avergonzado de su década de trabajo para el magnate de bienes raíces.
«Donald Trump, cuando se postuló, no tenía la intención de dirigir a esta nación a no ser para promocionar su marca, a sí mismo, y construir su riqueza y poder. La campaña para él siempre fue una oportunidad de marketing», señaló.
Aseguró, además, que el multimillonario le había ordenado un plan ilegal para silenciar a una estrella porno con la que había mantenido una relación extramatrimonial. Como si esto fuera poco, lo acusó también de dirigir las negociaciones para construir una Torre Trump en Moscú durante la campaña electoral 2016, y que sabía desde ese mismo año que Wikileaks divulgaría material para perjudicar a su rival, Hillary Clinton, dos alegaciones que el mandatario ha negado en todo momento.
Una sola de estas denuncias sería suficiente para llevar tras las rejas a un mandatario de la izquierda, pero Trump no es Lula.
Paradójicamente, Cohen, el acusador y exreparador de problemas delicados de Donald Trump, es quien está condenado a tres años de cárcel por delitos relacionados con el trabajo que hacía como abogado del presidente norteamericano.
El también soplón del Congreso, como algunos republicanos lo llaman, testificó este jueves en una sesión a puerta cerrada en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes que examina las relaciones comerciales de Trump en Rusia, así como la supuesta interferencia de ese país en las elecciones de Estados Unidos.
En tanto, Trump prefirió una defensa virtual: escribió un tuit alegando que Cohen fue desafortunadamente uno de los abogados que lo representó y que fue inhabilitado por una corte suprema estatal por mentir y por fraude. «Está mintiendo para reducir su tiempo de prisión», publicó.
Por su parte, los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes, ante la cual testificó Cohen, dicen que esto debería ser muy preocupante para todos los estadounidenses, y que puede ser el comienzo de un proceso de juicio político contra el mandatario norteamericano.
Asimismo, los republicanos no se han quedado quietos y han comenzado a intimidar a Cohen con ataques personales como el que hizo Matt Gaetz, aliado cercano de Trump, cuando tuiteó: ¿Saben tu esposa y tu suegro de tus novias? Me pregunto si ella te seguirá siendo fiel cuando estés en prisión.
Esperemos que esto llegue más lejos que lanzar trapos sucios en el Congreso y por las redes sociales e influya, al menos, en la reelección de Trump, aunque quizás solo sea, porque hace rato que se la están preparando, y no por pura y elemental justicia.
Ahí están los fracasos con China en el tema de los aranceles cuando no pudo equilibrar la balanza comercial entre ambos países como había prometido, el de Corea del Norte hacia la desnuclearización, y hasta la derrota que ha significado el golpe de Estado a Venezuela, cuando Maduro sigue en su silla presidencial con el apoyo del pueblo.
Todo esto pesa en su contra.
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