El día que llovieron peces sobre La Habana

El día que llovieron peces sobre La Habana
Fecha de publicación: 
31 Enero 2019
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La primera y única experiencia directa de los habitantes de La Habana con un tornado fue hace pocos días, con uno de vientos de 300 kilómetros por hora y un penoso saldo de cuatro muertes, casi 200 heridos y cuantiosos bienes destruidos, incluyendo hospitales, comercios, viviendas y automóviles.

Pero el 27 de abril de 1979, la tormenta que pudo haber azotado la ciudad no lo hizo y, en cambio, trajo manjares que «vinieron del cielo» y que pasaron inadvertidos. El incidente lo narró en una entrevista para la prensa local el meteorólogo más reconocido de la isla, José Rubiera.

El científico, que es Doctor en Ciencias Geográficas, licenciado en Meteorología y académico de Mérito de la Academia de Ciencias, ha sido el encargado de informar a los cubanos del paso de los huracanes, grandes y pequeños, ya por varias décadas. Sobre la tromba marina que distribuyó peces hace 40 años, afirmó que tenía, como todos los tornados, muy baja presión en su centro.

«Tal como sucede cuando uno absorbe un refresco con un tubito plástico absorbente, el agua del mar es succionada dentro de la tromba», dijo.

También por eso transportó, en ese caso, los peces. «Lo que más me ha impresionado de este tornado del domingo es ver cómo viró, cómo volcó los automóviles y otros vehículos, y uno de ellos quedó parado verticalmente», explicó.

Un autobús de línea sufrió la rotura «en estampida hacia afuera» de todos sus cristales por la variación de presiones entre la del tornado y la de su interior.

Rubiera aseguró que en casi 500 años de fundada, La Habana no había visto nada igual a la espiral que se movió caóticamente por áreas citadinas en un sendero más o menos limitado y salió al mar tras 16 minutos de tenebroso recorrido.

El meteorólogo septuagenario recordó anécdotas incluso de su infancia. Dijo en la entrevista que en Cuba a este fenómeno se le llamaba «rabo de nube», y la gente creía que podía cortarse su desarrollo con una simple tijera o con un no tan simple disparo.

Contó que en la década de 1940 una persona intentó disolverlo con un tiro de su revólver, y la bala pronto cayó y lo mató. La experiencia debe haber disuadido a otros, pero el meteorólogo dijo que esa práctica «es peligrosísima».

«Es infantil tratar de disiparlo (con un disparo NDR) frente a una intensidad de vientos de más de 300 kilómetros por hora», subrayó.

Otra característica del tornado habanero dominical es que «duró bastante tiempo», algo muy poco común. Recordó que el que azotó a Bejucal, un poblado cercano a La Habana, en 1940, «recorrió siete kilómetros y duró nueve minutos, sobre una región rural».

Explicó, además, que un tornado no puede pronosticarse, «aunque no se puede decir tampoco que no volvería a ocurrir», expuso, lapidario.

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