CRÓNICAS BIEN CORTAS: El susto, la angustia, el dolor
Un ruido horrible, ensordecedor, como si un monstruo descomunal se acercara, dispuesto a devorarlo todo: eso sintieron las personas que encontró en su camino el tornado de la noche del 27 de enero en varias barriadas de La Habana.
Primero fue el susto: muchas personas estaban ya acostadas, otras compartían con sus familiares la tertulia después de la comida, algunos estaban en la calle, rumbo a la casa después de una visita de domingo… Y de pronto, sin aviso, el desastre.
Techos y paredes que no resistían el embate del viento, postes y árboles en el piso, torbellino de piedras y objetos.
Después, la angustia de la oscuridad. La calma pesada y húmeda. La llovizna pertinaz. Hasta que por fin, el alivio de haber preservado la integridad (los que pudieron preservarla). ¿Cuántos habrán pasado la madrugada en vela?
Por la mañana, con las primeras luces, el asombro y el dolor. Hay gente que hace unos días era feliz, o intentaba serlo: ahora lo perdieron casi todo. Se detienen en medio de lo que fue su casa y miran alrededor: solo escombros.
Comenzar de nuevo. A nosotros, los que pudimos estar a salvo, nos gustaría pensar que esos otros tienen toda la presencia de ánimo, el impulso, el optimismo, la fuerza para comenzar de nuevo. Pero nosotros (muchos de nosotros) no sabemos, no alcanzamos a comprender.
A nosotros solo nos queda respetar el sufrimiento y ofrecer la mano.
Fotos; AFP
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