ATLAS DE CUBA: Viaje al centro del verde

ATLAS DE CUBA: Viaje al centro del verde
Fecha de publicación: 
8 Febrero 2019
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A Viñales se llega desde la ciudad de Pinar del Río por una carretera estrecha y serpenteante, que hay que recorrer con mucho cuidado, a velocidad moderada.

Los choferes, de hecho, suenan las bocinas ante cada curva, para advertir a posibles automóviles que vengan en sentido contrario.

El conductor debe tener los sentidos en la vía, porque el paisaje bien que pudiera entretenerlo, hasta abrumarlo.

El imperio del verde, de las disímiles formas de la naturaleza «intervenida» puntualmente por la mano del hombre, se explaya en un paisaje hermoso y cambiante, en el que reinan los pinos.

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Pero el camino es solo una tímida antesala.

A unos pocos kilómetros del pueblo, la carretera se bifurca y siguiendo por la derecha se llega al mirador del hotel Los Jazmines… y allí el espectador no enterado puede sobresaltarse por la visión del célebre valle, imponente y singular, una verdadera maravilla de la naturaleza.

Dicen que a principios del siglo XX el pintor Domingo Ramos se sentaba a pintar en este lugar y las personas que veían esos cuadros fuera de Cuba pensaban que eran fruto de la pura imaginación.

En buena medida, la fascinación por esos paisajes en los Estados Unidos abrió las puertas al reconocimiento y la fama de Viñales.

Hoy este es un lugar célebre, que atrae cada año a miles de turistas de todo el mundo. Fue declarado Parque Nacional, Monumento Nacional de la República de Cuba y, desde finales del siglo pasado, es Paisaje Cultural de la Humanidad, una condición que otorga la Unesco.

Basta con detenerse a admirar estas elevaciones, los mogotes, para comprender las razones de tanta admiración: el «dibujo» del valle es espectacular, único; la paleta de colores, exultante, con énfasis en las gamas del verde.

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Pareciera que un dios juguetón esparciera en el valle estas moles de piedra, que asemejan a criaturas prehistóricas.

Y mirando con cuidado, uno puede llegar a descubrir ciertas marcas del mar: efectivamente, hace millones de años, en el Jurásico, buena parte de la zona estaba bajo agua.

De hecho, aquí se han encontrado fósiles de peces prehistóricos.

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El hotel Los Jazmines es uno de los más populares centros turísticos del país. Y ciertamente, despertar en esas habitaciones, abrir el balcón y apreciar el panorama, tiene que ser una experiencia fabulosa: la fama la tiene bien ganada.

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Esta instalación forma parte de un sistema hotelero perteneciente a las empresas del turismo que no llega a contar con mil habitaciones: el grueso de la afluencia de visitantes a Viñales se hospeda en hostales particulares, gestionados por las familias del pueblo.

Las habitaciones se cuentan aquí por miles. Y en las pintorescas callejuelas de la localidad es difícil encontrar una casa que no ofrezca servicios de hospedaje.

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El turismo es el motor principal de la economía de Viñales, mucho más que el tabaco (el rubro por excelencia de Pinar del Río).

En la calle principal del poblado se cuentan por decenas los restaurantes, cafeterías, tiendas de suvenires y otros negocios que ofrecen servicios a los visitantes.

Cada vez que un ómnibus turístico abre sus puertas frente al parque, un enjambre de personas se abalanza hacia los que bajan para ofrecerles cama, baño y mesa confortables.

Esta avalancha de excursionistas ha cambiado de muchas maneras las rutinas del pueblo. Y probablemente incidan en las tradiciones, la cultura y la identidad: para complacer al turista (y obtener sus beneficios) cualquiera puede inventar cualquier patraña.

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Pero ciertamente, a Viñales no le faltan leyendas, tejidas a lo largo de más de dos siglos de historia. Resulta imposible descubrirlas en un fin de semana, mucho menos en una visita de medio día.

Hay ahora mismo una campaña de las autoridades locales por preservar las líneas arquitectónicas y urbanísticas que distinguen al pueblo: las galerías de columnas de madera, los techos de tejas rojas, los grandes ventanales, el trazado de las calles…

Gracias a la bonanza, muchos de los habitantes se han sumado a una espiral constructiva que obviamente puede mejorar las condiciones de vida (y las de los hospedajes), pero también puede desvirtuar el patrimonio.

El peligro es que la condición de Paisaje Cultural de la Humanidad no es eterna: la Unesco puede retirarla si considera que el entorno ha sido exageradamente intervenido.

El pan de hoy puede ser la crisis de mañana.

De cualquier forma, más allá del pueblo, está el tesoro mayor: la naturaleza.

Relativamente cerca están las cuevas. La del Indio es quizás la más famosa: en su interior parece una catedral gótica.

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Y lo más interesante: un río la atraviesa. Hay un servicio de botes que hacen el recorrido, con los comentarios ilustrativos de los barqueros.

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Otro paraje recomendable es el Mural de la Prehistoria, ubicado en una ladera perpendicular del mogote llamado Pita. Pero a ese impresionante monumento (y a los personajes que reúne) le dedicaremos otra historia.

El final de esta excursión pudiera ser el parque principal, junto a la iglesia y la Casa de la Cultura, con el busto de Martí en el centro: ese ha sido escenario de varias películas y teleseries.

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Y resume, en buena medida, el espíritu de un pueblo pequeño, pero abierto al mundo: tanta belleza hay que compartirla, no es justo que la disfruten solo los lugareños.

El meteorito que acaba de caer en esa zona privilegiada puede ser un pretexto para ir una vez más... o descubrir tantos tesoros.

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