CRÍTICA DE CINE: Song one

La música no seduce.

Los personajes no poseen carisma.

La banda sonora es buena, es cierto. Pero si quisiera escuchar música voy a un concierto o descargo el álbum de Internet.

“Cuando escribo una canción, trato de retener esos sentimientos que la motivaron para no perderlos jamás, para revivirlos cada vez que la canto”, dice Johnny Flynn, que interpreta la pareja de Anne Hathaway. ¡Estupendo!, ¡genial!, has dicho una frase que pasará a los anales del recuerdo, pero tu personaje transmite poco, insuficiente en conjunto a pesar de la buena voluntad intimista que se pone en ello y de la expresión delicada que se vierte en sus pasos.

Hablando de personajes que no transmiten. ¿Conocen a la hermana que coquetea en la sala donde el hermano está en coma? Y además de coquetear lee los escritos privados del hermano, le abre los ojos con curiosidad mientras está entubado e inconsciente en la cama del hospital, y escoge su comida y su estilo de vida como una penitencia absurda por no haberse comunicado con el cuándo aún podía.

Sin dudas el personaje de Anne Hathaway se siente mala persona. ¿Sabes qué? ¡Lo eres!
Por lo demás, Song one es lenta, pausada hasta la ignorancia como si recibiese respiración artificial.

Una obra con muy poca sustancia y anímica subjetividad para con la desdicha y sufrimiento.
A pesar de toda la tentativa y empeño de Anne Hathaway por despertarte y motivarte, lo único que sobre en la cinta es pérdida de interés y esfuerzo en vano.

Pretensión..., toda; resultado..., nulo; su sutil circulación no compensa, no satisface.  Tiene, eso es innegable, una capacidad excelsa de reducir tus pulsaciones. Es ideal para visionar si estás molesto con el mundo… y quieres pasar de la molestia a la depresión.