Trece años es mucho tiempo para 5 Héroes en prisión

Trece años es mucho tiempo para 5 Héroes en prisión
Fecha de publicación: 
20 Septiembre 2011
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Ante la cercanía del 7 de octubre se tiene la certeza y la esperanza jubilosa de que René, después de cumplir su condena en la cárcel, sea liberado. Pero la esperanza no sería completa si el sistema judicial o el gobierno no autorizaran su inmediato regreso a la Patria.

La esperanza siempre ha acompañado la imaginación y la existencia de los hombres. Las esperanzas fundadas y justas constituyen una necesidad para afrontar el futuro inmediato o mediato, y nuestras vidas están animadas por esa ilusión de que alcanzaremos, no importa cuán difícil pueda presentarse o parecer una desgracia o un escollo, esa entrevista corazonada de la ansiada certeza de que los venceremos.

La libertad de los 5 Héroes cubanos que han estado presos durante 13 años en cárceles de alta seguridad de los Estados Unidos, ha sido una esperanza que ha tenido etapas decisivas en este largo período.

Primero pudo esperarse del presidente Clinton que actuara como un caballero de la política mejor de su país -¿existirá realmente?- y, para salvar el honor personal y el de su país, retornara a los 5 cubanos a su patria, siendo consecuente con el espíritu de colaboración posible contra planes terroristas que amenazaban a ciudadanos cubanos y extranjeros, y por supuesto también norteamericanos, y que el gobierno de Cuba tuvo a bien comunicar a través del Premio Nobel García Márquez. Y más tarde Cuba entregó, cuantas informaciones eran incontestables sobre los planes terroristas planificados desde Miami, a la delegación oficial del FBI enviada a La Habana por el gobierno norteamericano.

Sin embargo, no hubo reciprocidad ni actuación honorable al no hacer nada respecto a tales planes terroristas y, por el contrario, apresar a los 5 cubanos antiterroristas, que fueron parte de la fuente de las informaciones brindadas al FBI y al gobierno de Clinton.

Pudo tenerse esperanza que el juicio, a causa del ambiente escandaloso y calumniador en su sede de Miami, acompañado de una vocinglera jauría de prensa mercenaria, pudiera ser cambiado de sede, tal como lo solicitó la defensa y era legítimamente un derecho de los acusados. Y al no lograrse tal elemental y justa petición, se pudo esperar que el juicio se ajustara, en lo que respecta a sus resultados o sanciones, a los hechos ventilados e interpretados según la más estricta justicia.

Después de terminado el juicio y la aplicación de las descomunales condenas, se tuvo la esperanza de que, ante tanta barrabasada jurídica, la apelación ante el tribunal de apelaciones de Atlanta podría enmendar lo tórpido y absurdo. Y así fue que la esperanza legítima se expresó en el dictamen del panel de tres jueces, que anuló las sanciones e indicó realizar un nuevo juicio en otra sede. Parecía, sólo parecía, que el tribunal salvaba el honor de la justicia norteamericana.

Pero no, lo dictaminado por el panel de tres jueces fue desestimado por el pleno del tribunal, y las subsecuentes actuaciones y dictámenes en torno al caso por el panel de tres jueces y finalmente por el pleno de la Corte, si bien contribuyeron a reducir las condenas de Antonio, Fernando y Ramón, con la eliminación de las cadenas perpetuas, siguieron siendo injustas, especialmente para Gerardo, a quien vengativamente se negaron a reducirle una cadena perpetua que por derecho le correspondía según lo establecido para Antonio, Fernando y Ramón.

Después era fundada la esperanza de que la Corte Suprema acogería la solicitud de revisión del caso, pues era quizás el más importante o uno de los más importantes, por la índole compleja de los asuntos relacionados, por el voto particular de dos jueces de Atlanta, y porque en torno a esta causa había un movimiento de solidaridad mundial y porque hubo una profusión, como en ningún otro, de avales, en la condición de Amigos de la Corte, que incluía a Premios Nobel, Parlamentarios, Organizaciones y Personalidades de todo el mundo. Pero a pesar de todo eso, la Corte Suprema no se tomó el trabajo siquiera de explicar la razón para ignorar lo que había sido puesto en manos de "los ilustres magistrados". ¿Venganza extrema? ¿Odio visceral? ¿Ceguera contumaz? ¿Obediencia servil y cómplice al Ejecutivo?  ¿Razón de la sin Razón más obvia?

Después de varios años y ante nuevas revelaciones y estudios acuciosos en torno a todas las circunstancias y hechos en torno a la causa de los 5 Héroes, siguen levantándose esperanzas legítimas en lograr lo que no ha sido posible ser alcanzado hasta ahora. Una vez más, recurrir a la última posibilidad del sistema judicial, estableciendo el recurso de habeas corpus, porque existen nuevas revelaciones y descubrimientos relacionados con la compleja madeja jurídica que permiten barruntar que en el caso de Gerardo pueda prosperar este recurso, a pesar de la oposición obtusa y malévola del gobierno. Existe también igual esperanza para los casos de Antonio, Fernando y Ramón, ya tramitado por Antonio y pendientes en el caso de Ramón y Fernando.

Pero no se puede olvidar que el caso de los 5 Héroes, más que un caso penal es un caso político. Si están en prisión y sometidos a tratamientos crueles y a condenas descomunales, es precisamente porque han volcado sobre ellos todo lo que la vendetta política ha podido concebir, violando principios morales y jurídicos y cuantas virtudes debieran ser inmanentes a políticos y juristas norteamericanos.

Por eso, queda una esperanza, la más expedita, la más acorde con la historia de la causa de los 5, la más apropiada para ejercer por el presidente Obama, dado que este caso tuvo su comienzo unos meses antes con la información suministrada por el gobierno cubano, a través de García Márquez, al presidente Clinton. Se trata simplemente de que Obama ejerza su atribución constitucional del perdón presidencial de liberación de los 5 cubanos y ordene su regreso inmediato. Lo que debió hacer Clinton inmediatamente que fueron hechos prisioneros, debe hacerlo Obama trece años después, y para ello no requiere otra cosa que altura de miras y actuar con la conciencia plena de que contribuirá con ello a salvar la ignominia y la deshonra que significan la prisión injusta de cinco seres humanos excepcionales.

Ante la cercanía del 7 de octubre se tiene la certeza y la esperanza jubilosa de que René, después de cumplir su condena en la cárcel, sea liberado, y con él, como símbolo libertario, puedan abrirse las celdas que aún mantendrían encerrados a sus cuatro hermanos. Pero la esperanza no sería completa si el sistema judicial o el gobierno no autorizaran su inmediato regreso a la Patria. Pues si mantuvieran su libertad condicional o supervisada en los Estados Unidos, eso sería añadir desasosiegos y peligros en un ambiente hostil.

De todas formas, la presencia de René en la calle debe significar un mensaje para incrementar los esfuerzos por todas las vías para que más temprano que tarde, Antonio, Fernando, Ramón y Gerardo tomen igual camino, pero esta vez regresando juntos a la patria.

¿No hay razones suficientes para alimentar tales esperanzas?

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¡Que los liberen ya! Te esperamos en el Cotorro.

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