CRÓNICAS BIEN CORTAS: Cuando la vida es teatro

En la acera, frente a la sala Trianón, una señora miraba el gran cartel del más reciente estreno de Teatro El Público. «Por lo que ponen ahí, la obra es muy interesante, pero yo te puedo hacer a ti unas cuantas historias de mi vida y te vas a quedar muerta de verdad», le decía a la que tenía al lado.

Ciertamente, la señora tenía madera de narradora oral, o de actriz de teatro costumbrista.

—Imagínate, ayer llegó mi suegra de Santiago, no le avisó a nadie, llegó de improviso con toda su mudada. Dice que se levantó con muchas ganas de ver a su hijo y que sintió que debía hacer un cambio en su vida. El cambio es que a partir de ahora vivirá en mi casa, porque para Santiago no va a regresar.

—¿Y qué dice tu marido?

—Mi marido siempre ha recibido órdenes de las mujeres, primero de la madre y después mías. Ahora supongo que de las dos. Nada, se quedó callado y me miró con cara de carnero degollado.

—No es para menos, fue tremenda sorpresa.

—Tú no conoces a la señora. Lo primero que hizo fue decir que tenía una alergia grave al detergente, así que no podía fregar. Está con problemas en la vista, así que no puede escoger el arroz. Y el sol le hace mal, así que no puede ir a buscar los mandados... ¡Con el sol que cogía esa vieja en Santiago!

—¿Y qué va a hacer? Porque algo tendrá que hacer, ¿no?

—Dice que me va a enseñar a criar a mi hija, porque la tengo muy consentida. ¡Cuando Marleidys la oyó, por poco se cae de espaldas! ¡La obra de teatro va a empezar ahora en mi casa! Yo no sé si va a ser una comedia o una película de acción. Yo solo te digo que va a ser más interesante que esa obra de teatro que están poniendo aquí.