Mary Shelley, el dolor y el talento detrás de Frankenstein

Mary Shelley, el dolor y el talento detrás de Frankenstein
Fecha de publicación: 
12 Noviembre 2018
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La obra, cuya publicación debió vencer primero la incomprensión y el machismo de la época, fue considerada uno de los mejores exponentes de la narrativa gótica y catalogada como una pieza de inmenso valor.

Frankenstein o el moderno Prometeo no solo conquistó a los lectores de entonces, sino que continúa hoy atrayendo a los amantes de la literatura y cuenta con numerosas versiones en otras formas de expresión artística.

Más que una historia de terror, como fue clasificada por valoraciones iniciales, el libro recoge las emociones más profundas de su autora, los rasgos y consecuencias del abandono y la tristeza, mezclados con las ansias de emancipación, aceptación, igualdad y respeto.

Amante de las letras y la ciencia, Mary nació el 30 de agosto de 1797, en Londres. Hija del reconocido pensador William Godwin y de la precursora del feminismo Mary Wollstonecraft, tuvo acceso desde muy temprano a textos clásicos y de gran relevancia en aquellos años.

La ausencia y el ejemplo de su madre, quien falleció poco después de dar a luz, marcaron la vida de la joven, que se inclinó por las corrientes de pensamiento más avanzadas y menos conservadoras.

Su elevada formación, pasión por la literatura, ímpetu e ideas, encontraron barreras en una sociedad que menospreciaba a las mujeres y las reducía al ejercicio de las labores del hogar.

Con solo 16 años, la muchacha se enamoró del ensayista y poeta Percy Shelley, exponente del romanticismo inglés, por quien abandonaría su hogar, lo cual le costó el rechazo y la separación de su padre.

Shelley sería el gran amor, pero también la causa de sus mayores tristezas. Las concepciones sobre la libertad individual, un matrimonio previo y la inestabilidad económica, incidieron en la relación sentimental y la vida de la pareja, varias veces obligada a mudarse de casa.

Antes de cumplir 20 años, Mary había perdido a su madre, su primera hija y su hermana, sufrió el distanciamiento con el padre, fue criticada y discriminada por una sociedad machista, e ignorada por su esposo.

De todo ese dolor y soledad surgió Frankenstein..., que nos permite conocerla, imaginarnos su pesar, sufrir con ella y entender a una joven en busca de respuestas, para quien la vida no fue nada fácil.

Publicada en 1818, la novela es un análisis y crítica de la naturaleza humana y la sociedad en su conjunto. Un ser es traído al mundo y abandonado por su creador. Discriminado y odiado por quienes lo rodean simplemente por su aspecto físico, pasa de la inocencia, la pureza y el desconocimiento, a los sentimientos más oscuros y a las ansias incontenibles de venganza.

Como consecuencia de los prejuicios de la época, el nombre de Mary no figuró en la primera versión del libro, que fue distribuido bajo anonimato y con un prólogo de su esposo, reconocido ya en ese entonces.

Según nos cuenta la autora en el preámbulo a la edición de 1831, muchos le preguntaban 'cómo pudo una jovencita concebir y desarrollar una idea tan monstruosa' y cuestionaban el origen de la historia.

Mary precisa que Shelley solo realizó correcciones ortográficas y de estilo y explica que la idea se le ocurrió en 1816, durante un viaje a Suiza, donde se reunieron con algunos amigos, entre ellos Lord Byron. Fue este último quien propuso a los presentes crear cuentos de terror y fantasmas.

'La mía habría de ser una historia que hablara de los misteriosos temores de nuestra naturaleza y que causase horror, que hiciera a los lectores mirar a su alrededor, les helase la sangre en las venas y acelerase los latidos de sus corazones', apunta.

Tras varios intentos fallidos y luego de escuchar numerosas conversaciones sobre el origen de la vida, la muchacha tuvo un sueño que se convertiría después en su obra más conocida.

'Cuando puse la cabeza en la almohada no pude dormir. Mi imaginación me poseía y me guiaba. Vi, con los ojos cerrados, al pálido estudiante arrodillado junto al objeto cuyas partes había unido. Vi al horrible fantasma de un hombre estirarse, movido por alguna poderosa maquinaria. El artista se sentiría horrorizado ante su propio éxito y huiría de aquello que había nacido de entre sus propias manos', escribió.

Asustada por las imágenes en su cabeza, decidió llevarlas al papel de manera que las palabras generaran un efecto similar en los demás.

Fue así que concibió la historia de Víctor Frankenstein, un científico obsesionado con los inicios de la vida y su generación en un cuerpo inerte, cuyo gran logro sería crear un ser pensante a partir de partes de cadáveres recopiladas en laboratorios y cementerios.

La criatura, de más de ochos pies de alto y aspecto aterrador, no posee un nombre en el texto original, lo cual es interpretado como un símbolo de orfandad, carencia de identidad y de reconocimiento.

Para referirse a ella se usan palabras como engendro, horrendo huésped, demonio, monstruo, miserable y desgraciado.

Lo anterior provocó confusiones a la hora de llevar la historia a otros formatos como el teatro y el cine, donde el sujeto es identificado con el apellido del creador.

Abandonado a su suerte por el propio inventor, la figura humanoide se desarrolla a partir de sus instintos y de la observación de una familia francesa, en cuya casa se esconde y aprende a hablar y a leer.

Los títulos a los que tiene acceso fueron cuidadosamente escogidos por la autora y ayudan a conformar su personalidad. El paraíso perdido de John Milton, por ejemplo, le permite comprender las relaciones entre Dios y los hombres y le muestra la historia de Satanás, con quien llega a compararse.

De hecho, son recurrentes en Frankenstein... las referencias a la historia bíblica de la creación y en una oportunidad el monstruo le dice al científico: 'Debería ser tu Adán, pero soy más bien el ángel caído a quien negáis toda dicha. Doquiera que mire, veo felicidad de la cual sólo yo estoy irrevocablemente excluido. Yo era bueno y cariñoso; el sufrimiento me ha envilecido'.

El abandono, el constante rechazo de las personas con quienes se encuentra y los daños que estas le causan, lo convierten en alguien lleno de ira, rencor y remordimiento.

En opinión de varios estudiosos, pese a sus crímenes y comportamientos reprochables, el verdadero monstruo no es él, sino la sociedad que lo excluye, ofende, abandona y violenta. Él pide compañía, comprensión y amor, y solo recibe desprecio.

En el libro, la misma criatura pregunta: '¿Soy yo el único criminal, cuando toda la raza humana ha pecado contra mí? (...). Mis vicios son los vástagos de una soledad impuesta y que aborrezco; y mis virtudes surgirían necesariamente cuando viviera en armonía con un semejante.'.

Aún en los momentos en los que está cerca de seres humanos, se siente solo y se ve obligado a permanecer apartado o escondido. Su propio creador, en lugar de quererlo y enseñarle, lo detesta y persigue para matarlo. La reacción de Víctor es descrita así por Mary:

'Ningún mortal podría soportar el horror que inspiraba aquel rostro. Ni una momia reanimada podría ser tan espantosa como aquel engendro. Lo había observado cuando aún estaba incompleto y ya entonces era repugnante; pero cuando sus músculos y articulaciones tuvieron movimiento, se convirtió en algo que ni siquiera Dante hubiera podido concebir'.

Tras una incansable, pero ineficaz persecución, Víctor muere en un barco por el cansancio y el agotamiento físico y psicológico. El 'monstruo' decide entonces acabar con su vida en un lugar alejado de toda civilización.

Versionada en más de un centenar de ocasiones, la obra de Mary Shelley retrató a la sociedad que le tocó vivir y no ha perdido vigencia a 200 años de su publicación.

Pese al paso del tiempo, pueden encontrarse en ella las principales preocupaciones humanas: el origen de la vida y su control, las consecuencias de los avances científicos, la superación y dominación del creador por su obra, la relación entre ciencia y religión, la discriminación de quienes son considerados diferentes y los crímenes de una sociedad excluyente.

Resulta sorprendente que con solo 18 años y en los inicios del siglo XIX, una muchacha se atreviera a romper con las convenciones y ofrecernos un cuadro tan real y poderoso del mundo en que vivió.

*Periodista de la Redacción Europa de Prensa Latina

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