DIARIO DEL FESTIVAL: Fin de fiesta

DIARIO DEL FESTIVAL: Fin de fiesta
Fecha de publicación: 
6 Noviembre 2018
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Si sumáramos todas las presentaciones de este Festival de Ballet, todas las compañías, todas las galas, los grandes bailarines que han participado… si sumamos todo eso, muy bien que podrían armarse la temporada de todo un año de un gran teatro del mundo.

Somos privilegiados, aunque no seamos muy conscientes: pocas ciudades de América Latina tienen una programación de estas dimensiones.

Alicia Alonso, figura esencial de estas citas, no ha podido asistir a las presentaciones por cuestiones de salud, pero su imagen, su convocatoria, su ejemplo han marcado un encuentro que la reconocido a 75 años de su debut en Giselle y a los 70 de su obra mayor, que es obra también del pueblo cubano: el Ballet Nacional de Cuba.

Que regresaran a La Habana importantes figuras, formadas en Cuba y que ahora prestigian elencos de todo el mundo, es natural: la escuela cubana de ballet se ramifica, pero sus raíces, como ha dicho Alicia, están aquí.

Algunos de esos bailarines, junto a las primeras figuras del Ballet Nacional de Cuba y estrellas internacionales de la danza, protagonizarán esta noche la gala de clausura, que será una gran fiesta de celebración del arte. La Habana seguirá siendo una de las grandes capitales del ballet universal.

DESDE GINEBRA

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Lo primero que llama la atención del Ballet del Gran Teatro de Ginebra es su elenco multinacional: son poco más de una veintena de bailarines… ¡de 14 nacionalidades!

Carmina Burana, la coreografía de Claude Brumachon a partir de la celebérrima partitura de Carl  Orff, parece honrar esa diversidad. Se trata de un  espectáculo pletórico de marcas culturales, en el  que se entrecruzan disímiles lógicas del movimiento, poéticas que dialogan o se contraponen.

La relación del individuo con el grupo es aquí más que una simple metáfora de la historia y la sociedad: es catalizadora de dinámicas, que toman de  aquí y allá múltiples referentes y explicitan situaciones problemáticas.

El rito se concreta desde un impulso tribal, que deja espacio sin embargo a la expresión de la individualidad. Las líneas de la danza se diversifican y  coexisten en paralelo: por un lado, lo más terrenal  (impulso raigal de los hombres); por el otro, lo icónico, la idealización de la existencia, la “construcción” del mito. Es interesante el momento en que las  dos líneas se tocan. Se extrañó, eso sí, un poco más de homogeneidad en los unísonos.

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