Paisajes cubanos: caminar entre nubes hasta el Turquino

Paisajes cubanos: caminar entre nubes hasta el Turquino
Fecha de publicación: 
22 Octubre 2018
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El trayecto hasta su cima es una experiencia única para los aficionados al senderismo, un viaje de descubrimiento en medio de la naturaleza tropical.

El punto de partida se encuentra en el kilómetro 16 de la carretera de La Plata, donde están la comunidad rural Santo Domingo y la villa turística del mismo nombre. Nos adentramos en el Parque Nacional Pico Turquino, que abarca más de 23 mil hectáreas terrestres y dos marinas. En un instante, el viajero experimentado podrá notar que tiene ante sí un entorno natural casi intocado por la mano del hombre. Sólo pueden ascender 20 personas cada día y es imprescindible contratar los servicios de un guía especializado.

La primera parte del camino trascurre a bordo de un vehículo, por la carretera que conduce al Alto del Naranjo. Aquí comienza verdadero reto, recorrer a pie los más de diez kilómetros hasta la cima.

De oeste a este avanza el sendero. La copiosa vegetación lo cubre, proporcionándole una atmósfera muy singular. En algunos tramos los árboles no nos dejan vislumbrar el cielo. Júcaro, cuaba, majagua, copal y  pino abrazan sus ramas a ambos lados del estrecho paso, adornados por la gran variedad de orquídeas que crecen en la Sierra.

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Cuando el espacio se despeja un poco, vemos las casas del pequeño asentamiento de La Platica, el abra del río Yara o, a lo lejos, el mar Caribe reventando en olas. Pero casi toda esta etapa transcurre a la sombra, con la suave humedad del clima, apoyando los pies en peldaños de madera enterrados en el suelo.

Intermitentemente va apareciendo la neblina, unas veces densa, otras translúcida como delicado velo. A partir de los mil metros de altura se puede caminar entre las nubes bajas, uno de los mayores encantos de la montaña.

Así transitamos por el llamado Bosque Sonoro, donde el número de aves es tan elevado que si el excursionista escucha con detenimiento podrá discernir el canto de alguna de las ochenta especies que lo habitan: tocororos, cartacubas, pájaros carpinteros y más. Aquí vive también a la ranita más pequeñita de Cuba, la Eleutherodactylus limbatus, que llega a medir aproximadamente un centímetro.

La belleza del paisaje aminora la fatiga y enciende las ganas de seguir adelante. Cada cierto trecho nos topamos con la gente propia de la zona: sencillos arrieros que transportan mercancías, personas que viajan de una a otra comunidad serrana.

Entre descansos y caminatas, arribamos a la cumbre de Loma Pelada, elevación que debe su nombre a la escasa vegetación que la cubre. La visibilidad es total, en frente se revela con toda magnificencia el Turquino, rey coronado de nubes,  a su vera otros montes menores, abajo, plantaciones de café o cacao y bohíos, las casas típicas de los campesinos cubanos.

Más adelante está Aguada de Joaquín, una de las cinco unidades zonales de conservación del Parque que además funciona como campamento de los visitantes. Se puede conseguir agua potable o encender fuego para preparar alimentos. Bajo la amplia nave techada colocan sus hamacas o esteras aquellos que desean pernoctar.

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Faltan alrededor de 5 kilómetros para tocar la cúspide, pero la prueba más agotadora, hasta para quienes están bien entrenados en el montañismo, serán los próximos 880 metros de escaleras que terminan en la punta del Pico Regino. Luego se desciende un corto tramo, por lo que se conoce como el Paso de los Monos porque en tiempos en que el camino no estaba bien acondicionado había que bajarlo aguantándose de las ramas de los árboles.

La altura se siente ya en todo el cuerpo, al situarnos frente a la baranda de un mirador, la brisa y la cercanía de las nubes inducen una dulce sensación de vuelo. Queda muy poco.

En la cima nos recibe una frase profética: "Escasos como los montes son los hombres que saben mirar desde ellos…". La acompaña el busto de su creador, José Martí, héroe nacional de Cuba, colocado sobre un pedestal de piedras.

El cansancio obliga a caer sobre la hierba. Allí concurren también quienes subieron por la otra vertiente de la montaña, por un sendero aún más escarpado que asciende desde el territorio de la vecina provincia de Santiago de Cuba.  Es el momento para intercambiar anécdotas. Algunos abrigan la esperanza de reeditar la aventura, para muchos se vuelve una tradición.

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