CRÓNICAS BIEN CORTAS: Carbonero
En la parada para el almuerzo durante un viaje interprovincial vi a un hombre cortando leña junto a un horno de carbón vegetal. Sin apuro, pero sin pausa, rajaba los troncos y los iba amontonando a un lado del horno. Me pareció un trabajo pesado y monótono y, aprovechando un descanso del hombre, se lo dije, para buscarle conversación.
—Puede ser —respondió—, pero a mí me gusta. No sé por qué me gusta, pero me gusta. Lo malo es que cuando enciendo el horno me ensucio mucho, pero es cuestión de saber lavarse.
—¿Y no es muy aburrido?
—Se aburre el que es aburrido y el que se sabe entretener no se aburre.
—¿Y le da resultado? ¿Se vende bien el carbón?
—Yo no lo vendo, a mí me pagan para que lo haga. Y como no quiero hacerme millonario, me alcanza.
Un bocinazo del ómnibus indicó que había que seguir viaje, así que me despedí.
—Oiga, mi abuelo también hacía carbón, y decía que era un oficio de hombres buenos y trabajadores...
—Y de hombres duros. Hay que ser guapo, muy guapo para hacer un horno con este calor. Pero a mí hasta el calorcito me gusta... a lo mejor es que me falta un tornillo.
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