Sin sonrisa como premio

Sin sonrisa como premio
Fecha de publicación: 
5 Octubre 2018
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Salir con un niño a un lugar donde se expenden juguetes, ya se sabe, es un acto que requiere… valor. A decir verdad, valor quizás no sea la palabra más adecuada cuando en la hora cero, mientras camina agotado entre el tumulto que suponen unos festejos populares se topa, como un bofetón en pleno rostro, con una montaña de carros de todos los tamaños, muñecas también de grandísimas proporciones y hasta espadas dignas de un superhéroe.

Porque de los niños es el futuro y debido a que no hay mejor pago que su sonrisa, usted se acerca al revendedor (note el prefijo «re»). Póngase en situación: se va acercando con la lentitud de la oveja que va al matadero y casi avizora la respuesta, pero se lanza, esperanzado, tratando de que no se note mucho el pesar de su rostro. A fin de cuentas, es perfectamente probable que se esté preocupando de más o por adelantado.

Con todo esto en mente, ante su interrogante (¿cuánto cuesta?), le alivia que 25, 30… hasta 60, pueda ser la respuesta del otro lado. Todavía hay gente con sentido común, después de todo. Ahora se percibe la alegría en su rostro. Mientras tanto, unos segundos antes, ya otro (un solo otro entre tantos otros) ha pagado y lo ha hecho en CUC o moneda libremente convertible, como también se le conoce.

Y es ahí cuando se percata de la indolencia de quienes acaparan todos los juguetes de las tiendas y más tarde revenden a los mejores postores, o mejor dicho, al que pueda pagar 25 x 25, x 30 o x 60 para llevarse una sonrisa como premio que, aclaro, todos los buenos padres del mundo quisiéramos llevarnos.

Mi hijo no ha llegado a los dos años y a estas alturas lo habrá olvidado, pero ¿cómo puedo olvidarlo yo? ¿Lo ha podido olvidar usted?

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