Una guerra comercial que no es de ahora

Una guerra comercial que no es de ahora
Fecha de publicación: 
18 Septiembre 2018
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Pero ya las maniobras estadounidenses al respecto se habían hecho sentir desde el 2013, cuando los estadounidenses impusieron ilegalmente tarifas antidumping contra productos electrónicos, máquinas, metales y minerales, provocando pérdidas por más de 8 400 millones de dólares y el éxodo de varias empresas chinas.

Beijing comenzó una disputa en 2013 ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), que acabó dándole la razón en el 2016, y en el 2017 el organismo que rige el comercio mundial ordenó a Washington retirar las medidas, algo que jamás ocurrió.

Es por ello que ahora China ha solicitado a la OMC que le autorice a imponer 7 000 millones de dólares al año en sanciones a Estados Unidos como represalia por no haber cumplido con la decisión., cuestión que tardará dos o tres años en zanjarse y que EE.UU., con Trump o sin Trump, no cumplirá, sin temor a represalia alguna.

Es bueno recordarlo porque el comienzo de la actual disputa que va ya cogiendo el ritmo de toda una guerra comercial, la había aventurado el multimillonario magnate en el curso de su campaña presidencial.

Con él, y no con otros mandatarios, si corre el dicho que lo prometido es deuda, y más cuando es para fastidiar a alguien al que siempre ha considerado como su enemigo, no importa los necesarios lazos comerciales.

Se habla de los aranceles impuestos por Trump y respondidos por Beijing, pero el aldabonazo contra China se produjo al imponer regulaciones que prohíben a las compañías chinas invertir en empresas estadounidenses de alta tecnología para impedir que el gigante asiático se convierta en el líder tecnológico global.

El pretexto puede ser o no válido, pero en vez de EE.UU. aceptar una competencia e intercambiar en términos de igualdad, prefiere un desbalance a su favor, alegando que es inaceptable que las empresas chinas vayan a EE.UU. y recojan la última tecnología sin participar en su desarrollo.

O sea, detrás de la guerra comercial de EE.UU. contra China están la tecnológica y ahora también la financiera, pero olvida que esta tiene mucho dinero, recursos y un gran talento, está preparada para el colapso del dólar y estará feliz de aceptar cualquier alternativa que le ofrezcan las empresas europeas, japonesas o rusas.

PACIENCIA CHINA

China cree normal el surgimiento de problemas en relaciones con EE.UU., por lo que mientras Trump sigue promoviendo una postura dura contra Beijing, la dirección china está tratando de aliviar las tensiones.

Es una tarea dura ante un individuo que utilizará todos los medios posibles para tratar de destruir de alguna manera el sistema comercial global, la libre circulación de capitales o la de mercancías, cualquier cosa que haga falta. Todo un loco afán para evitar que China sobrepase a EE.UU.

Esta cuestión de los aranceles a varios productos chinos iniciada por Estados Unidos y respondido en igual medida por China, es sólo el comienzo de una disputa de incalculables dimensiones y consecuencias.

Beijing está preparado a devolver cada golpe, aunque desee que todo esto se diluya. Y, mientras tanto, sigue estrechando relaciones con los demás integrantes del Foro Mundial Oriental, que se desarrolló en la ciudad rusa de Vladivostok; y con los países africanos, tal como se entendió en el evento al respecto celebrado en territorio chino.

Para Trump, muchas de estas cuestiones tienen que ver con el regreso de capitales norteamericanos del exterior, principalmente de China, que piensa que debe invertirse en Estados Unidos y elevar la producción y hacer el país menos dependiente. Todo visto así sería loable si los métodos utilizados fueran menos traumáticos y que no se tradujeran en ese odio visceral a todo lo que no sea el supremacismo blanco norteamericano.

Una muestra de lo que China pudiera hacer para hacérselo sentir a Estados Unidos es respecto a la importación de soya, producto del que los chinos son sus principales consumidores mundiales. Generalmente, le compra a tres estados norteamericanos, todos simpatizantes del magnate republicano, pero podría derivarse hacia Rusia y otros países. Y esto es solo una pequeña, pero contundente muestra.

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