CRÍTICA DE CINE: La huida

CRÍTICA DE CINE: La huida
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2018
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Y no lo digo porque les caiga atrás la policía, esa supuesta justicia. Están huyendo porque necesitan redención. De sí mismos, de la vida.

Están tan jodidos todos. Y la cinta no tiene puntos de vista optimistas. Nada de “entrega amor para que recibas amor”. Nada de “perdona, porque cada cual hace lo mejor que puede en cada momento”. No. Qué va. Esa visión de “haz bien y no mires a quién” no va con Deadfall. El filme va de los daños que nos infringimos unos a otros.

Parece que Stefan Ruzowitzky, director de la cinta, no cree en el bien de la humanidad. Sus personajes son todos náufragos. Deadfall comienza con un accidente de carro que tiene una banda de ladrones. Los sobrevivientes son dos hermanos, interpretados por Eric Bana y Olivia Wilde.

Desde un inicio, la relación entre estos dos hermanos sugiere incesto. Aunque nunca se diga explícitamente. Aunque ni siquiera ese sea el tema central de la película. Claro, que tampoco es que la película tenga ningún tema central. De hecho, todos los personajes están tan centrados huyendo de sí mismos, que no tienen tiempo para desarrollar una historia más allá de su huida. Así, lo que sale de sus bocas es miedo. Pero un miedo incoherente, que no permite que se relacionen con el Otro.

La única persona que enfrenta sus miedos en la cinta es un personaje secundario, la madre (una muy roba-pantallas Sissy Spacek) de un fugitivo que termina siendo novio de Olivia Wilde. ¿Cómo enfrenta ella su miedo? Con el amor. Le lava las heridas al hombre que le apunta con un arma. Prepara comida para el hijo que sale de la cárcel. El amor es la solución, y Stefan Ruzowitzky lo sabe. Pero es muy tarde para sus personajes.

Lástima de las actuaciones. Olivia Wilde es muy hermosa, pero, como Scarlett Johansson, basa parte de su actuación en su belleza. En el caso de Scarlett, en morderse los labios. En el caso de Olivia, en abrir bien los ojos. Ya sabemos que si Olivia abre los ojos, no hace falta que interprete demasiado… durante los primeros dos minutos. Luego de esos dos primeros minutos, se agradece la maestría de una Sissy Spacek. El problema de la belleza es que su efecto es muy efímero.

Y Eric Bana es un héroe. No es un personaje oscuro. Lo intenta, pero le cuesta. Así que a los problemas del guion del filme —sus personajes se difuminan, no acaban de engranar, como piezas de rompecabezas tan sumergidas en sí mismas, que no quieren acoplar con otras— se les suma un error de casting.

Deadfall (Stefan Ruzowitzky, 2012) es un melodrama con ciertas escenas trepidantes, pero, a pesar de ellas, la trama se le escapa de entre las manos, aún a medio cocinar.

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