¿Valores lejanos? Siempre es tiempo de cortesía

¿Valores lejanos? Siempre es tiempo de cortesía
Fecha de publicación: 
12 Septiembre 2018
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Tenía una idea vaga, pero el tomarme dos semanas de vacaciones, en las que como caballero y escudero emprendí varias cruzadas con mi pequeño Enzo Samuel, me hizo obligatoriamente detenerme y compartir estas palabras.

Varios fueron los sucesos, desde salir al rescate de una anciana con bastón para ayudarla a cruzar la céntrica avenida de 23, escuchen esto, 23, con efervescencia de transeúntes y más de un joven fortachón inmutable, más pendientes a su vestuario y peinado que a la necesidad de la señora; hasta viajar en una 400, hoy día A-40 desde el Museo de la Revolución hasta la Villa Panamericana porque ninguno de los testigos sentados y acomodados tuvo un arranque de inspiración y buenas maneras para cederme el asiento o en su defecto intentar cargar a mi niño de un año y medio, o cualquier otro infante de los que al igual que nosotros, hicieron toda la travesía de pie.

Y no se trata de personalizar el asunto. Sucede que en muchas ocasiones somos reflejo de nuestras vivencias personales, y más que malestar a veces causa dolor ver cómo esos pequeños gestos, detalles que debieran ser cualidades incorporadas en la educación de todos se obvian, difuminan o sencillamente no se practica en ninguna modalidad la generosidad.

Por eso a veces muchas personas se sorprenden cuando alguien extiende una mano para ayudar a bajarse de un vehículo, le da el asiento a una embarazada o persona mayor, solícito le cede su turno en alguna cola o pone de manifiesto cualquier acción de cortesía.

Me gustaría y de hecho creo que como diría Fito no todo está perdido y varios de forma natural y en su vorágine cotidiana ofrecen su corazón. Es cierto, no será tan fácil, pero deberán confluir en esa cruzada los poderes de la familia, la escuela, y hasta el entorno social del barrio, aunque sé que en los tiempos que se viven ese será en no pocas ocasiones, el hueso flaco del perro.

Remontándonos a la historia del vocablo cortesía y su origen etimológico hallamos dos acepciones interesantes:

1-    “Este vocablo hace alusión a un acto y manifestación con que se demuestra la atención, amabilidad o afecto que tiene hacia otra persona. En la carta, expresión de dádiva y la urbanidad antes de poner una firma. Comedimiento, mesura, templanza, agrado y discreción. Regalo que se da a una persona de manera voluntario.

Este vocabulario en su etimología viene del sustantivo y adjetivo “cortés” y del sufijo “ía” que en los sustantivos femeninos hereda del latín que indica cualidad o estado”.

2-     La palabra cortesía tiene la misma historia que cortejo. Es decir, se remonta a las antiguas cortes donde se reunía el rey con sus oficiales y vasallos para dictaminar los casos del día. Al hombre que se portaba bien en la corte, le decían cortés, y la cualidad que poseía (sufijo-ía) le llamaban cortesía. A la mujer que se portaba bien le decían cortesana.

Del mismo modo en la Edad Media, los que vivían en las cortes, frente a la mayoría rústica, estaban habituados al agasajo, la lisonja, afabilidad y diplomacia, de ahí que cortés haya pasado a designar al afable, educado y comedido. Cortesano era el que vivía de ello, el palaciego o servidor que hacía de esas artes serviles, de la fina intriga y de otras habilidades una forma de ganarse la vida en la corte. Del mismo modo la cortesana era la mujer que procuraba su vida y status en corte haciendo del servilismo y la obsequiosidad su forma de vida, incluso en el terreno íntimo y sexual.

De vuelta a lo que nos compete la cortesía se instauró como una cualidad o virtud que denota educación, el ser aflable, preocuparse o acudir en ayuda del prójimo. Entiendo que el ritmo de vida con el paso de los años se ha tornado acelerado, pero eso no nos exime de obrar bien.

No creo que sea necesario esperar a iniciarnos en nuestra vida escolar, o peor aún, al quinto grado cuando entramos en contacto con la materia de Educación Cívica, para empezar a tener buenas maneras o percatarnos de que la cortesía no tiene edad, raza, rostro...

Siempre ha sido es y será su tiempo, aunque las guaguas estén congestionadas, las arterias súper transitadas o simplemente las colas se tornen interminables. Perder un minuto o dos por ese concepto, lejos de perder, será siempre ganar en virtud. Al menos así encauso los primeros pasos de mi pequeño Enzo Samuel, y me gustaría creer que ese es el proceder de muchos no solo en nuestra sociedad, sino en muchas otras, donde también, las "aves migratorias" de la cortesía han decidido emprender vuelo hacia parajes lejanos.

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