Chicago Med, P.D., Fire: Compitiendo con la Capital del Crimen

Chicago Med, P.D., Fire: Compitiendo con la Capital del Crimen
Fecha de publicación: 
24 Agosto 2018
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Los atractivos seriales que el canal televisivo cubano Multivisión presenta casi diariamente sobre Chicago muestran la dura realidad de la violencia allí existente, que solo es un reflejo de lo que se encuentra enraizado en Estados Unidos: País del Crimen, de la violencia interna en todos sus géneros, sin contar los abusos de quienes lo gobiernan contra otros pueblos más pequeños y la Humanidad en general.

Pero Chicago, la tercera ciudad más poblada de Estados Unidos, comenzó este año con la misma inusitada carrera delictiva que tuvo en el pasado, y que la ha convertido en la última década en la llamada Capital del Crimen, con otras muchas urbes, unas 25, que compiten por tan lamentable deshonor.

El llamativo aumento de los homicidios y asesinatos en esta ciudad del estado de Illinois, una vez conocidas las cifras divulgadas por la policía local, provocó la reacción del presidente, Donald Trump, quien fustigó a las autoridades locales, cuando él mismo había alentado la represión, al enviar una «ayuda» federal que ha disparado los índices de violencia, y en este aspecto descuellan los asesinatos de jóvenes negros desarmados a manos de la policía, con las consiguientes manifestaciones de protesta de la ciudadanía.

Lo más sintomático es que la policía no da a conocer los videos corporales de sus agentes, cuando están realizando la labor de represión.

Es tal la violencia allí, que ha superado extraoficialmente el número de asesinatos y otros delitos que las dos principales urbes más habitadas de Estados Unidos, Nueva York y Los Ángeles.

El cálculo extraoficial de asesinatos en Chicago fue más de 6 000 en el primer semestre del año, a razón de mil mensuales, en tanto Trump elogió recientemente la política de represión al narcotráfico del presidente filipino, Rodrigo Duterte, quien, independientemente del estilo de gobernanza, lo ha hecho disminuir, asume personalmente las acciones y, a diferencia de Trump, la opinión popular filipina le es favorable en este aspecto.

La policía y las autoridades de la ciudad lamentaron la «inundación» de armas ilegales, incautándose 8 300, un 20% más que el año anterior, mientras nada se hace para evitar tanto la entrada de armamento desde otros lugares, como la creciente venta legal, debido a que la población, por supuesto, entra en pánico y cree que solo así se podrá defender.

El superintendente de policía de Chicago, Eddie Johnson, afirmó que la ciudad está entre muchas ciudades de Estados Unidos que han visto un aumento en la violencia, incluyendo ataques a la policía; que es cada vez más claro para los criminales que tienen poco que temer al sistema de justicia penal, y no hay impedimentos para levantar un arma.

«Cuando un individuo roba un pan, pasa más tiempo en la cárcel en la espera de su juicio que un atacante armado. Algo está mal», añadió Johnson, y que los miembros de pandillas con los que ha hablado consideran el sistema judicial «una broma».

Pero Trump se ha negado a dictar leyes que hagan disminuir o controlar el número de armas, para seguir favoreciendo a sus amigos donantes de la Asociación Nacional del Rifle; solo se mueve para enviar nuevos elementos de represión, cámaras de seguridad y detectores de armas en las zonas donde hay más actividad delincuencial y violencia.

Son pequeños aspectos de un problema que no pasa solo en Chicago, sino en toda la nación, donde la población ha perdido la confianza en la policía.

En Chicago, específicamente, ello fue más sintomático a partir de noviembre del 2015, cuando la policía se vio obligada a hacer público un video en el que uno de sus miembros disparaba contra un afroestadounidense desarmado e indefenso de 17 años.

Aquello le costó el puesto al ex superintendente Garry McCarthy y provocó protestas masivas en la ciudad.

No hay que ser muy experto para señalar algo que llevaría mucho más espacio que este artículo: es fundamental resolver los problemas que afectan a las comunidades en las que mayoritariamente se producen los actos de violencia, en las que hay unos altos niveles de pobreza y un deficiente acceso a la educación y la salud.

Son ambientes propicios a las pandillas, que atraen a su seno a niños y jóvenes que provienen de familias desestructuradas.

Algo muy normal del desigual sistema empoderado en Estados Unidos, agravado con entes gobernantes como este Donald Trump.

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