Lagrimas sobre el Titanic

Lagrimas sobre el Titanic
Fecha de publicación: 
3 Julio 2012
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El Titanic cumple cien años y el cine Infanta ha soplado sus velitas como aquella nave, que ni siquiera Dios podía hundir, se merece: con un ciclo de filmes basados en ella. Tanta cinta se ha invertido en el Titanic que sus pocos días a flote, de haber ocurrido como lo dice la pantalla grande, se habrían convertido en años.

Ahora que regresa a nuestra cartelera, algunos se preguntan por qué la industria del cine ha ubicado esta catástrofe en un sitio de privilegio. En cualquier caso, ese espacio no lo habría alcanzado sin la complicidad del público que siempre ha estado dispuesto a pagar el ticket de entrada cuando se trata del hundimiento del barco más grande y seguro de su tiempo.

El Titanic fue en su momento, en 1912, una de las primeras grietas en la frágil fe que tenía el hombre moderno en el progreso. Fue prueba de que la naturaleza (o Dios) son indomables; y que la máquina y la tecnología no llevaban en todos los casos a puerto seguro.

Sin embargo, quizás no sea esto lo que más no atrae del Titanic hoy en día, sino la certeza de que cualquier historia relacionada con él, cualquier persona que lleve en su biografía escrita esa palabra, está también ligada a una promesa de muerte y de heroísmo.

Tanto es así, que cualquier muestra sobre el Titanic no debe pasar por alto la película de James Cameron que le robó el nombre al barco para siempre, y hoy por hoy, cuando se menciona esa palabra es necesario preguntar si se refiere a la catástrofe del 15 de abril, o a la historia de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet.

Dicho esto, vale la pena preguntarnos si esa estremecedora película de amor no pudo ocurrir en otro barco, o en un avión, y despertar similares reacciones en el público. Bueno, por un lado sabemos que no, que el caso del Titanic es único en el imaginario occidental; sin embargo, por el otro, es difícil no reconocer que la película de James Cameron toma el hundimiento como pretexto para contar sobre el amor sufrido entre Jack (DiCaprio) y Rose (Kate).

Al menos para los seres humanos que pisamos hoy esta tierra, algo es incuestionable, Titanic marca para siempre.

Fíjese usted si no me cree (porque ya lo tengo comprobado) que la mayoría de la gente recuerda el momento en que vio por primera vez la película. Y es que este filme logra una simbiosis única entre eros y tanathos que le permitió llevarse 11 Oscars y permanecer por una década como la película más taquillera de todos los tiempos. La música, las actuaciones y los efectos especiales hacen de ella una de las grandes del cine comercial.

Pero superado sus más espectaculares encantos después de verla dos, tres y hasta cuatro veces (este es de esos filmes que uno siempre repite por una u otra razón); comenzamos a descubrir algunos aspectos de la película sobre los que precisamente se apoya su capacidad para hechizar al gran público.

Uno de ellos es su estructura muy parecida a los cuento de hadas. De hecho, Titanic es hasta un poco disneyana, si se quiere. Si no fíjese cómo Jack aquí encuentra hada madrina que lo vista para ir al baile como en el caso de la Cenicienta. Y el deslumbramiento de Rose cuando lo ve de traje, muy similar al del príncipe; (a pesar de las críticas que aquí se hacen a la alta sociedad, la joven no puede evitar sentirse orgullosa de lo bien que queda Jack en traje).

Recordemos ciertos pasajes muy similares a la escena de “Confías en mí” de Aladino, justo antes de que se monten en la alfombra y comiencen a cantar. De hecho, incluso en momentos de muerte segura, la Winslet jura que “confía en la promesa” que le ha hecho DiCaprio de salir ilesos.

Pero, aclaremos, James Cameron, no ha cometido pecado alguno al deslizar bajo su Titanic códigos muy propios del melodrama, o del cueto de hadas, o de cualquier otro género que idealice amores hasta casi lo inverosímil. Y si cometió pecado, bastantes millones ganó por eso, y muy satisfecho ha quedado el público.

Lo que sí no sería aconsejable es perder la frontera entre realidad y ficción, y filmes tan convincentes como Titanic lo llevan a uno hasta ese punto. Para una buena desintoxicación, vea usted La camarera del Titanic, que también forma parte de la muestra y parece destinada a ubicarte justo en el polo opuesto del filme de James Cameron…

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