¡Qué lástima me dan esos dos boxeadores! (III)

¡Qué lástima me dan esos dos boxeadores! (III)
Fecha de publicación: 
8 Agosto 2018
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José Martí critica las impurezas que los negociantes traen al riesgo, como en las competencias de andarines en el Madison neoyorquino porque los competidores “- … ruedan por tierra, hinchadas las rodillas y tobillos o caen inertes como resortes rotos o masas apagadas- por unos cuantos dineros, a cuyo sonido, al rebotar sobre los mostradores de la entrada, aligeran y animan su marcha”.

Añade: son “…infelices que en lucha bestial por una parte del dinero de la boletería halan hora sobre hora, legua tras legua, desencajados, expirantes…” El Madison Square Garden, circo romano de la época, albergó y alberga el boxeo pagado –su peor mácula- especialidad censurada con arte y profundidad por nuestro Héroe Nacional. También atacó la influencia negativa de la salvajada y los elogios publicados sobre ella en la mente de las masas. El Madison no es la única instalación acogedora del crimen.

Estudios científicos demuestran el daño que hace este intercambio de golpes en busca de plata, miuras al borde de la muerte. Varios coterráneos de los dos que abandonaron recientemente nuestra delegación, dejaron la v ida por el castigo recibido entre las cuerdas en el extranjero. Alcibíades Ortega fue el primero en caer fulminado; los últimos golpes los puso Tommy White en un cartel panameño.

Después del triunfo popular, Benny Kid, Paret, de Santa Clara, se mudó para Estados Unidos más en busca de las grandes bolsas que de la gloria. Resultó campeón mundial welter, apoyado por la mafia, y murió analfabeto entre las cuerdas el 3 de abril de 1962, a raíz de su combate con Emile Griffith quien puso la última tunda contra el rival en marzo 24 del citado año. En la triste lista están otros paisanos.

El fly Joe Rigores, as entre los aficionados, saltó a los pagados con el valladar de la lesión en una pierna causada por un resbalón durante su jornada como estibador en los muelles habaneros. Saltó al mundillo de los pagados y no obstante ser vencido en su intento inicial, frente a Agustín Carmona, decidió asentarse en yanquilandia. Allá falleció, a los 23 años de edad, luego de cinco días de inconsciencia por la golpiza en un cartel intrascendente en la Arena neoyorquina San Nicolas.

El santiaguero Douglas Vaillant, muy lejos de ser Ulises, también prefirió esos pasos. A continuación de su revés en pelea por el cetro del planeta entre los ligeros en 1963, fue cuesta abajo-rodada aquí peor que en el tango-, terminó en la miseria, y se ahorcó el 12 de junio de 1985 en un mísero apartamento miamense, impulsado por los miles de pesos que debía al gobierno en impuesto. Más allá de los numerosos muertos están los muertos vivos: puching drunk, inválidos, ciegos…

El oriundo de Jesús María, Eladio Valdés, Black Bill, primer compatriota batido en una eliminatoria por una corona del orbe, la mosca, peso donde brilló: perdió por decisión en 15 disputados capítulos frente a Midget Wolgast(a la postre se ciñó la faja); luchó con un ojo sin visión y otro lesionado y el bajón físico por una vida licenciosa (21-3-1929). En ese mismo programa, Kid Chocolate mantuvo su ritmo triunfal al noquear en dos a Al Ridgeway.

Bill, casi sin vista por las “caricias” del cuadrilátero, tuvo que actuar al final de su carrera cerca de la ceguera: no sabía hacer otra cosa. Retirado, vegetando, hasta un cartel se realizó en su honor en la capital para enviarle recursos. De un disparo en el estómago se quitó la existencia en el cuartucho de una casa pensionista en Harlem unos cuantos años después de aquella derrota en pos del cinturón.

Desgraciadamente, la categoría amateur ha servido de vitrina y peldaño para el monstruo, y en sus extremos ha causado lesiones graves y hasta fallecimientos entre los futuros gladiadores. Para el boxeo y el movimiento deportivo hay otro andar en Cuba; aunque son perfectibles y deben estar en constante cambio para lograr mayor desarrollo cuantitativo y de calidad, a partir de que la cultura física tiene la forja de un ser superior en el cuerpo y el espíritu como misión trascendental. Nunca lo mercantil por encima de lo atlético y de lo humanitario.

No es casual que el profesionalismo -concepto y realización bien distintos a los de la profesionalidad porque el fin de aquel es el negocio, ante todo, de sus organizadores – avanzara entre fines del siglo XIX y principios del XX, junto al nacimiento y el desarrollo del imperialismo. Y los monopolios enfermaron el deporte; realmente, ¿a qué no han lesionado? Lo señaló el Atleta de la Libertad, Julio Antonio Mella: “… las grandes peleas de boxeo y los encuentros de fútbol o base-ball pueden competir, en cuanto a potencia mercantil con cualquier negocio en una hacienda bananera o hasta en un campo de petróleo”. Edición 86 de El Machete (México), 29.10-1927 con el seudónimo de Cuauhtémoc Zapata.

Dicha corrupción, mucho más crecida actualmente, burla la ética y la deportividad: comercialización, apuestas, dopaje, instrumento para incrementar lo peor de las personas amén de separarlas de sus problemas cruciales, convertido el deporte muchas veces en el verdadero opio de los pueblos, con el significado de entretener para impedir hacer lo correcto, de distraer para separar de lo fundamental. Ocurrió con los Centroamericanos La Habana 1930, cortina de humo del machadato para tapar sus desmanes. ¿Cómo olvidar aquel tristemente célebre y controvertido Mundial de Fútbol utilizado por los gorilas argentinos?

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