¡Qué lástima me dan esos dos boxeadores! (I)

¡Qué lástima me dan esos dos boxeadores! (I)
Fecha de publicación: 
1 Agosto 2018
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Los cantos de sirena los atraparon y cambiaron la patria por la búsqueda de más plata, pensando tal vez en poder abrazar el profesionalismo pleno entre las cuerdas y convertirse en millonarios. ¡Pobres muchachos! Argilagos y Ramírez me duelen mucho más allá de su error, en el que todos tenemos nuestras culpas. Hubo síntomas de su “padecimiento”. Los hemos perdido, salvarlos no supimos. Y lo menos importante es la despedida a dos preseas doradas que su eficacia vaticinaba en Barranquilla 2018. Hay quien se ha quedado en el lamento campeonísimo, olvidando el sufrir trascendental que de todo esto se desprende.

El ámbito es violento, cruel, comercializado al extremo en el planeta. Y no por gusto Jesucristo fustigó a los mercaderes que maculaban el templo. En el deporte, con tanto de santuario, hay demasía de negociantes como reflejo de un mundo lacerado por la corrupción, sin que el olimpismo esté incólume. ¿Dónde no mancillan? En diversos escritos y medios lo señalé y reitero ahora.

A estos dos jóvenes debimos cuidarlos mucho más. Lo advertí en varios textos cuando arribaron cambios al pugilismo llamado amateur, para mí negativos no solo porque dañarían el físico sino porque podrían enajenar el alma de atletas y aficionados. La llamada Serie Mundial, torneo semipro, incrementaría las amenazas. Desde el inicio lancé mi ofensiva contra dichas transformaciones. Las más negativas con el negocio por encima de lo atlético, vigorizadoras de lo más bárbaro de los contendientes y el público: quitar la cabecera, incrementar los rounds, los refuerzos-mercenarios sin la preparación adecuada...

Hay un añadido, que se ha visto con posterioridad: dejar seguir peleando cuando las hostilidades deben ser terminadas porque hay un solo contendiente allá arriba. La búsqueda de ganancias superiores en la esencia de las manchas. Martí aprecia que los seres humanos hallan goce en los riesgos: “Los hombres de todos los países, blancos o negros, japoneses o indios, necesitan hacer algo hermoso y atrevido, algo de peligro y movimiento, como esa danza del palo de los negros de Nueva Zelandia”(La Edad de Oro. Edición de apertura. Un juego nuevo y otros viejos).

Mas esclarece que la valía se pierde cuando hay plata de por medio. Y en la actualidad, sobra gente, incluso empresas, monopolios, periodistas, viviendo a costa del arriesgado sin jugarse una uña, y utilizando el espectáculo para enajenar, para separar al practicante y a los espectadores del camino correcto.

En las lides del músculo, más allá del pugilismo, los virus bogan a placer en aguas contaminadas sin anticuerpos suficientes en todos los navegantes. Imprescindible: superior calidad en la formación integral de los atletas, y en la atención espiritual y material. Los directores técnicos, los entrenadores, incluso los periodistas deben ser, ante todo, forjadores: jamás pueden circunscribirse a aumentar o cantar a la fuerza o la rapidez conseguidas.

Al atleta le es vital poseer gran estatura ética y cultural. El ámbito donde se mueve corrompe a quien no está preparado. Surgido de las masas, si se separa de ellas, languidece y aun puede ser despreciado por esas mismas masas que pesaron en su adelanto y refulgencia, sin ocultar el sacrificio y las dotes personales. Y eso no concierne solo al sector del jab. ¡Cuánto nos han apesadumbrado otras asnadas!

Partamos de lo expresado por Fidel durante el recibimiento a la delegación cubana a los Panamericanos de Indianápolis (16-9-1987): "Hay principios que están por encima de todos los demás, están por encima, incluso, de todas las medallas de oro…"

DESDE TEMPRANO, LAS AMENAZAS

Coubertin atacó muy temprano el "espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos por haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero” (Ideario Olímpico.) Esa maldición se ha agigantado. La crisis mundial zarandea más allá de lo económico: nada queda incólume. Como enseñó el Apóstol, el mundo es como es y no como debiera ser, los seres humanos son como son y no como deseamos que sean. Tengamos en cuenta y hasta empleemos sus flaquezas para moldearlos. Imprescindible: pulir todavía más la atención ética y material a la familia atlética.

No niego los efectos de bloqueo en lo “terrenal” y lo psíquico. Ni la adición de no tener siempre en cuenta la realidad, ni comprender a plenitud y llevar a la vida la concepción de equidad martiana: a cada cual lo que merece, ni la línea trazada por Marx: a cada cual según su trabajo. Incumplir con ellas obstaculiza demasiado. Por buscar una “justicia pareja” - el terrible igualitarismo absoluto- se cae en la injusticia: se golpea a quien debe darse más porque es más útil y aun se hace débil y vil a quien ofrece poco, y se esforzará menos aún, entretejido al acomodamiento.

Fidel aclara desde sus conceptos dialécticos sobre la Revolución: nos inspira a combatir sin abandonar valores y a desarrollarnos con “Sentido del momento histórico…” y a cambiar lo que deba ser cambiado. No nos pueden temblar las manos para tomar medidas incluso no gustadas por completo: son indispensables o lo perdemos todo. La cultura física no es terreno aparte.

Vuelvo al Apóstol: “Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas... Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía, alzando por el cuello a los pecadores" (Patria, 17 de abril de 1894). Ese alzar no significa ahogar pese a que en ocasiones uno tenga deseos de apretar. Hay que salvarlos con una mejor labor humana, formadora, al despertar y alimentar su vergüenza desde el ejemplo y con palabras y hechos convincentes.

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