Enriquecimiento ilícito: Un mal que debe arrancarse de raíz

Enriquecimiento ilícito: Un mal que debe arrancarse de raíz
Fecha de publicación: 
7 Agosto 2018
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Sí, porque en los últimos años un fenómeno, que quizás se presentaba de manera aislada, ha ido tomando dimensiones mayores, alimentado —por supuesto— en la corrupción y en otros males derivados de esta.

A los cubanos de “a pie”, como comúnmente decimos, nos lacera y preocupa saber que personas inescrupulosas, por ejemplo, venden materiales de la construcción a precios elevadísimos, y se llenan los bolsillos con grandes sumas de dinero, que no son fruto del trabajo honrado.

Están también quienes lucran con los medicamentos y con una serie de artículos deficitarios de cualquier índole que, una vez a la venta en las tiendas, acaparan sin pudor alguno y a la vista de todos.

Pero no son estos, precisamente, los que pueden enriquecerse, en el sentido literal de la palabra, aunque es cierto que “multan” sobremanera los precios de los artículos y, por ende, afectan el bolsillo de las grandes mayorías.

Sin embargo, aquellos que tienen bajo su encargo recursos del Estado o determinadas responsabilidades en cualquier sector de la economía y los servicios sí le hacen “un hueco” a las arcas de la nación, porque, como es lógico, aquí se trata de montos superiores y hasta millonarios.

Igual sucede con ciertos "cuentapropistas" que con capitales procedentes "no se sabe bien de dónde" han llegado a concentrar en sus manos diferentes formas de propiedad en las que se práctica la explotación del trabajo ajeno que suele generar la riqueza. 

El tema, como era de esperar, no pasó inadvertido en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cuando los diputados analizaron con profundidad el Anteproyecto de Reforma Constitucional.

“Sabemos que contamos con el apoyo irrestricto de los ciudadanos cuando enfrentamos la perniciosa impunidad de cadenas delictivas que acaparan productos deficitarios y especulan con los precios para enriquecerse sin escrúpulos ni límites, a cuenta de recursos subsidiados por el Estado, en detrimento de las necesidades de quienes menos tienen y que son los que más apoyan a la Revolución”, expresó en esa oportunidad el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, cuando convocó a desplegar una batalla ética contra la corrupción, las ilegalidades, las adicciones y la indisciplina social.

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En el sector del transporte, el Estado ha tenido que intervenir por los elevados precios del servicio, que incide sobremanera en la población. En este sentido, ha sido necesario poner coto a las indisciplinas y ordenar el trabajo de quienes poseen licencia para operar por cuenta propia.

En el debate sobre la concentración de la riqueza, la contralora general de la República, Gladys Bejerano Portela, se refirió a lo expuesto en los acuerdos de los congresos del Partido, en cuanto a no permitir el enriquecimiento, pero precisó que la Constitución debe contener lo que se puede normar y después reflejar en leyes.

“A mí y a muchos cubanos nos mortifica el enriquecimiento indebido. No nos lastima que alguien con su talento y su energía pueda obtener más recursos”, y ante lo indebido lo que hace falta es que todos cumplamos la legislación. Se pueden perfeccionar las leyes, pero con las que tenemos es posible combatir más eficientemente estas manifestaciones, aseguró.

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El dinero "ganado fácil" no puede echar por tierra el  sudor y el trabajo de quienes laboran todos los dias de manera honrada y dan su aporte a la sociedad.

Al margen de atemperar la Constitución a las condiciones actuales, ciertamente lo que ha faltado ha sido el estricto cumplimiento de lo normado y estipulado, porque el Estado cubano ha estado contra las manifestaciones de este tipo, aunque, a decir verdad, no siempre lo ha logrado.

Recordemos lo publicado por el periodista Lázaro Barredo, en febrero de este año, cuando alertó, en su trabajo titulado Corrupción: Peligro que nos afecta a todos, que la corrupción constituye una potencial amenaza a la seguridad nacional, porque quienes la practican se aprovechan y utilizan en beneficio propio los recursos que el Estado ha puesto en sus manos para el desarrollo de sus funciones, y pretenden satisfacer intereses individuales de lucro y ostentación. En la degeneración de los valores éticos, morales y políticos, sus comisores terminan por enajenarse del proceso revolucionario, llegando incluso a preparar condiciones de vínculos en el exterior y a iniciar el camino de traición a la patria.

En dicho artículo se hizo público que, entre finales del año 2015 y el 2017, en nuestro país se llevaron a cabo 23 procedimientos confiscatorios, al amparo del Decreto-Ley 149 de 1994, por un patrimonio total de 135 millones de pesos, en las provincias de Pinar del Río, Mayabeque, La Habana, Matanzas, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Las Tunas, Granma y Santiago de Cuba, donde resultaron expedientadas 25 personas, de ellas varios funcionarios, y otras 126 como terceros beneficiados (algunos que actuaron como testaferros o prestanombres). Se detectaron, entre las principales ilegalidades, la falsificación de documentos notariales para evadir las obligaciones tributarias (fundamentalmente en la adquisición de vehículos y viviendas); sustracción de electricidad para negocios particulares; otorgamiento de dádivas a inspectores y otros funcionarios públicos, con el propósito de lograr el beneficio y la impunidad de sus actos.
 
Hoy, cuando el país se prepara para analizar, debatir y enriquecer el texto constitucional que regirá los destinos de Cuba en los años venideros, se impone dejar sentado la necesidad de arrancar este mal de raíz, pues el país corre el peligro de “desangrarse” por tal vía.

Estamos hablando de vicios y de otras conductas negativas que, por si fuera poco, también inciden en la educación y formación, sobre todo de las nuevas generaciones, pues aquel que roba y lleva al hogar bienes deshonestos, que no son bien habidos, vive rodeado de hijos y demás familiares, quienes —por supuesto— se benefician desde el punto de vista económico con recursos ajenos.  

El enriquecimiento ilícito fue tema de innumerables intervenciones del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, pero, de manera especial, el discurso pronunciado el 17 de noviembre del 2005, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, resultó cardinal. Allí comentó los peligros en relación con el carácter reversible de la Revolución, precisamente, a causa de tales males, que llamó a eliminar y a enfrentar.

“El combate contra las manifestaciones de corrupción o ante lo mal hecho —precisó Díaz-Canel— no debemos verlo como una acción que solo corresponde al gobierno o a la policía; el enfrentamiento resuelto a este fenómeno es tarea de toda la sociedad en su conjunto, que no debe dejarse arrebatar por unos pocos las grandes conquistas que la Revolución ganó para ella”.

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