El guerrero no se va

El guerrero no se va
Fecha de publicación: 
28 Julio 2018
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La gente, como todos los sábados, tiende su ropa recién lavada en los balcones, sale en busca del cotidiano alimento, arregla un ventilador, se saluda, se ama, se odia. El sol, según su malsana costumbre, ya empezó a tostar alas de mariposa... todo parece igual, pero hay un guerrero de menos en esta Isla.

Así él lo hubiera querido, irse sin alharacas, tan simple y sencillamente como vivió. Los gigantes no necesitan de bullas para hacerse sentir, y Pedro Hernández Soto, el periodista, el hombre, el cubano, el amigo, fue un gigante.

Hace mucho que no lo veía, pero seguía queriéndolo igual que siempre, leyendo cada uno de sus post en el blog Café Mezclado, que tuve el honor de ayudarlo a construirlo.

Pocas personas he conocido con tanto empuje, tanta creatividad, tanta alegría. Pedro existía, entre otras cosas, para demostrar que los almanaques y las enfermedades poco importan.

Confiando, animando, exigiendo, como lo hace un padre cariñoso a su hijo, queriendo arreglar lo mal hecho con una fe y unas esperanzas tan enormes que no le cabían en su pecho de cubano leal.

Porque si algo distinguió a Pedro por sobre todas las cosas fue la lealtad: a su familia, a sus amigos, a su trabajo, a su país.
Ese fue un hombre de bien, y habría que escribirlo con letras inmensas, grabarlo en sólidas piedras que sobrevivan a todos los tiempos, como él va a hacerlo.

Ni una sola flor iré a colocar en nombre de ese cubano de origen humildísimo que a fuerza de estudio y mucho empeño, primero se hizo ingeniero, y, mucho después, siempre con la dedicación y el estudio como adarga, dejó su impronta como director del villaclareño periódico Vanguardia, como funcionario del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, como vicepresidente del ICRT, como fundador del Canal Habana, después al frente del sitio web de la revista Bohemia, y siempre, siempre, al lado de la Revolución cubana, entusiasmándose con sus avances, molestándose y actuando frente a los desaciertos.

No voy a llorar a Pedro ni a llevarle flores. A los guerreros como él la única manera de rendirle honores, de activarles otra vez aquella, su permanente sonrisa de criollo jaranero, cuentista, es siendo consecuentes con el ejemplo que dejó.

Y lo mejor es que él no se proponía ser ejemplo; simplemente, lo era. Por eso, mejor seguir con este sábado de mucho sol, volver a repetir la rutina de tender las ropas, de ir tranquilamente al mercado, de cocinar, limpiar, arreglar... y en algún momento del día, sin que nadie lo sepa, tomarse un café en su nombre, prometiéndole, de tú a tú, tratar de seguirle los pasos. Porque guerreros como Pedro no se van.

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