Un país (y una Constitución) con todos y para todos

Un país (y una Constitución) con todos y para todos
Fecha de publicación: 
24 Julio 2018
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Constitución de futuro

Que la nueva Constitución de la República de Cuba explicite el rechazo a cualquier discriminación es un logro de todos los cubanos, independientemente de su credo, su edad, su género, el color de su piel, sus capacidades, su orientación sexual…

Sin eufemismos, con todas las palabras, el proyecto que ahora se pondrá a la consideración de la ciudadanía abre el camino para la reforma efectiva de algunas leyes que aún coartan (incluso, sin la pretensión declarada de hacerlo) el ejercicio pleno de los derechos.

Esa debe ser la nación que soñó José Martí, de todos y para el bien de todos. Hay que asumirlo dialécticamente. Porque tratar de equiparar arbitrariamente visiones decimonónicas con las del siglo XXI implicaría ignorar los aportes de tantos años de luchas y debates en todos los ámbitos: social, político, cultural, económico…

Los renovadores postulados de este proyecto de Constitución (son muchos, aunque algunos se centren solo en el artículo 68, que establece que el matrimonio es la unión entre dos personas, sin especificaciones de sexo), no son producto del capricho de nadie: son el resultado de un ejercicio serio de reflexión, que ha tomado en cuenta las demandas y las justas aspiraciones de la ciudadanía.

La Constitución, obviamente, no basta para resolver todos los conflictos. Pero es una pauta imprescindible: el comienzo de un camino que nos compete a todos. No es, no puede ser, imposición despótica; tiene que ser fruto de un debate nacional, respetuoso y profundo, despojado de prejuicios e intereses mezquinos.

No es digno negociar un derecho: hay derechos inalienables. Y otorgarlos a los que no los disfrutan no significa quitárselos a los que ya lo poseen. El límite de la libertad de un individuo es el que impone la libertad de otro.

¿Alguien puede afirmar —para referirnos al artículo tan mentado— que darles el derecho a dos hombres o a dos mujeres a casarse, les quita a un hombre y una mujer ese mismo derecho?

Habrá debates conceptuales (bienvenidos sin son respetuosos y bien argumentados); pero el derecho existe.

La educación garantiza que los cambios necesarios puedan asumirse con menos traumas, desde el convencimiento y no la imposición.

Pero la educación tiene que ser un proceso permanente. Queda mucho por educar, queda mucho por discutir. Pero la Constitución debe garantizar la base de esa educación y esa discusión: abonar el camino.

Cuando la Revolución estableció leyes contra la discriminación por el color de la piel o el sexo, no toda la población estaba persuadida de la necesidad de esas leyes.

El racismo y el machismo estaban muy afianzados en no pocos sectores de la sociedad cubana. ¿Significa que las leyes eliminaron todas las manifestaciones de racismo y machismo? Lamentablemente no. Pero la ley ofreció asideros a millones de personas que eran directa o indirectamente discriminadas. Y fue plataforma para una labor educacional que no termina, pero que ha conseguido resultados incuestionables.

Conquistar toda la justicia: ese tiene que ser el objetivo del socialismo. Para lograrlo, hay que contar con un entramado legal moderno, funcional, eficaz, en permanente diálogo con la ciencia y la conciencia.

Hay que aprender del pasado para construir el presente; hay que mirar atrás para evocar lo que anduvimos, pero el imperativo es mirar adelante: un país, y una Constitución, donde quepamos todos.

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