BARRANQUILLA 2018: Marina y ese mareo perturbador

BARRANQUILLA 2018: Marina y ese mareo perturbador
Fecha de publicación: 
22 Julio 2018
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La pesista Marina Rodríguez (63 kg) tuvo el oro en los labios, o mejor en los brazos, y casi lo pierde. Cuando casi levantaba el peso de sus sueños la primera vez, ese que la conduciría a la medalla de oro en los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, algo inesperado lo impidió.

Había ganado la medalla de plata en el arranque con 98 kilos, superando el pronóstico inicial de bronce. Pero ahora, con solo mirar hacia la pizarra uno descubría que estaba “entera” e iba por un notable resultado en el segundo movimiento.

Picó más alto que todas en el inicio, con 122 kg, y cuando sus rivales comenzaron a flaquear como paredes vencidas por el peso, ella fijó un 125 que se antojaba la clave del éxito, la puerta al paraíso.

Subió a la plataforma con visible seguridad, respiró profundo, agarró la barra y esta no pudo resistirse hasta acabar sentada sobre su pecho. Volver a respirar, acomodar manos y piernas, y empujar era lo que restaba para la gloria. Cosa de unos segundos.

Sin embargo, de ida a ese reto final un mareo inoportuno la sacó de equilibrio y los discos cayeron al frente.

Marina quería “morirse” ahí mismo, pero bajó la escalera escuchando el aliento de sus maestros. En las gradas no hubo festejo por tal percance, pero un murmullo dejó claro el alivio. Aún tenían opciones de triunfo para Colombia.

Mas, Nathalia Llamosa (COL) quedó en 119 kg para un cuarto lugar. Su momento de felicidad había estado en el arranque, con una medalla de oro adornada por el nuevo récord para la justa: 102 kg.

Jakelina Heredia (COL) anduvo más lejos, hasta unos sufridos 124 kg, y la venezolana Yuleydi Figueroa fue el sumun de la resistencia, al intentar 125.

Todo eso estaba sobre la mesa, o mejor dicho, brillaba en la pantalla, cuando Marina recibía masajes y consejos en el área de calentamiento. Jorge Luis Barcelán, comisionado nacional de pesas de Cuba, salió corriendo de las gradas bajas hacia la escalera que conduce a la plataforma.

Gritó tres ideas irrepetibles y soltó un par de manotazos que a Marina aún le “duelen”. Y así subió al lugar de los acontecimientos definitivos, con la disyuntiva de oro o bronce.

Hizo toda la rutina de nuevo y haló como una soberana el peso. Lo posó en el pecho y ya no hubo mareo alguno. El tirón al cielo fue casi perfecto y la caja registradora de Cuba marcó un nuevo oro.

Aplausos, abrazos, lágrimas. Así se logran y celebran las medallas.

«No sé qué decir, quiero agradecer a mis entrenadores y dedicarle este triunfo al pueblo de Cuba y a la memoria de Fidel Castro Ruz», repitió a cuanto periodista se le puso delante.

Prometió más éxitos en el futuro y a JIT, en un aparte, le dijo que esos mareos no volverían a ocurrir jamás. Y menos a la hora cero.

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