CRÍTICA DE CINE: Quemar después de leer

CRÍTICA DE CINE: Quemar después de leer
Fecha de publicación: 
19 Julio 2018
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El argumento es un rompecabezas. John Malkovich es un agente de la CIA que escribe sus memorias y las guarda en un CD. El CD va a parar a manos de unos trabajadores de un gimnasio, un Brad Pitt y una Francés Mcdormand muy simples. La CIA acaba metiéndose en el asunto, pero solo porque no entienden como terminó George Clooney, amante de la mujer del gimnasio (esta es Francés Mcdormand)  matando a Brad Pitt.

Si se perdieron en el argumento es que la película ha logrado su objetivo. Ni ellos –los de la CIA- entienden bien lo que pasa… ni el espectador. Uno ve como una secuencia lleva a la otra. La cohesión es obvia. La coherencia, en cambio… brilla por su ausencia. Bueno… ¿No es así la vida?

Qué les puedo decir de los actores. George Clooney y su barba perfecta que parece no conocer días malos ni tormentas. Brad Pitt con cuarenta y tantos interpreta a un entrenador del gimnasio. ¿Habrá firmado un pacto con el diablo al estilo de El maestro y margarita? Todo ello aderezado por una profunda crítica a los servicios de inteligencia y espionaje, al convencionalismo y a las supuestas buenas costumbres.

Si sabemos que la cinta fue filmada por los hermanos Coen, casi a la par que No country for old man… Oh, el asunto toma entonces una dimensión más interesante. Porque los Coen son la prueba viviente de que dos cabezas piensas mejor que una. Quemar antes de leer puede ser una pieza pequeña en la filmografía de estos directores, pero una pieza pequeña muy coherente con su cine.

El tipo de cine que ellos hacen, de autor, tiene un sello muy genuino, de cuestionamientos y profundo llanto interno. De lucha entre el bien y el mar y de deseos de averiguar dónde rayos está el límite que los separa. El tipo de cine que hace una montaña de un grano de arena.

Quemar despues de leer (Burning after reading) habla de cómo la paranoia con la que los gobiernos viven actualmente los hace pensar que hay un enemigo en cualquier parte… incluso en partes donde no hay absolutamente nada.

Al final. Antes de que cierre el telón, un J.K. Simmons espléndido –¿acaso alguna vez él no ha sido así?- pregunta si han aprendido algo de todos los sucesos locos que han vivido. Ni idea. No tienen idea de lo que han aprendido.

Nosotros sí que –al menos algo- sabemos: los Coen son expertos. Expertos en estado de gracia.

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