De la vida cotidiana: Las colas y los colados

De la vida cotidiana: Las colas y los colados
Fecha de publicación: 
22 Junio 2018
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Pero estar, hacer y esperar en las colas no es problema alguno, sino fuera por las indisciplinas que ellas generan; desde los que llegan último y quieren salir de primeros, hasta los que buscan problemas y pronuncian palabras obscenas. Y valga decir que hoy eso ocurre hasta en los centros donde, realmente, debería reinar la ética, la moral y las buenas conductas.

Una colega y amiga comentaba: “Cuando voy a las consultas llevo un libro y ahí espero hasta que me toque el turno”. Eso es lo adecuado, lo que debe hacerse pero ¿todos asumimos la espera de la misma manera?

“En Cuba el llamado `sociolismo` —del argot popular— no va a terminar nunca, por eso usted llega a un lugar y si aparece un amigo pues él resuelve primero, y los demás como puedan. ¡Ah, y no proteste, porque entonces de seguro recibirá de premio un mal servicio!”, agregó.

¿Quién no ha tirado la primera piedra?

De hacer cola estamos cansados. Los cubanos la hacemos para lo más insignificante y, tan es así, que nos sentimos "raros" cuando tratamos de resolver un problema determinado y no tenemos que padecer la espera.  

Sin embargo, pese a los años y la costumbre, no acabamos de mantener una conducta social aceptable en esos espacios que nos depara la vida cotidiana, donde puede presentarse cualquier incidencia, hasta algún que otro “empujoncito”.

No obstante, lo inaceptable sucede cuando la gente que se “cuela” lo hace en masas. No es lo mismo el que llega y se pone delante (a este tampoco lo justifico) que cuando los “colados” son un “batallón” de estudiantes, amigos o colegas. Entonces, no queda más remedio que tragar en seco, y como dice un amigo asumir “la callada por respuesta”.

Consultas médicas: buen caldo de cultivo

Alguna que otra vez todos hemos tenido una historia relacionada con la cola y los “apurados”. Y también nos hemos colado; seamos francos. Ahora bien, en la actualidad ocurren situaciones que años atrás no se apreciaban con tal frecuencia, como la falta de respeto que en tal sentido ocurre en las consultas médicas (desde la atención primaria hasta la terciaria), donde debiera existir orden, disciplina y, sobre todo, ética.

consultas medicas cubasi

La disciplina en las salas de espera de los hospitales empieza por el actuar del personal

médico.

El caso es que los pacientes que acuden a los centros hospitalarios quieren salir lo más rápido posible, sin tener en cuenta quién llegó primero o está más necesitado, y en muchos casos es la familia la que influye en tales comportamientos negativos.  

Dayana, una estomatóloga, quien encontré por estos días, señaló al respecto: “Yo atiendo a todo aquel que llegue a mi consulta, pero siempre le aclaro que debe esperar. De mi parte sería un irrespeto hacia los pacientes atender al último que llegó”.

No obstante, no todo los médicos, enfermeras y personal de la salud tienen tal precepto en cuenta, y mucho menos si el “regalito” funciona como un “abre puertas”. Es cierto que muchos no lo hacen, como es el caso de Dayana, y me consta, pero otros no tienen en cuenta que “el respeto al derecho ajeno es la paz”, como dijera el político mexicano Benito Juárez. 
 
Un buen ejemplo también lo he constatado en el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR), donde la doctora María Caridad Rubio explica al llegar a su consulta lo mismo que Dayana. Entra regalando besos y saludos y de pronto, parada en el medio del salón afirma: “Las voy a atender a todas, pero es necesario tener paciencia".

Causas y azares

Tratar de desenredar la madeja en este aspecto no resulta fácil. Todo parece indicar que las “colas”, al menos en Cuba ya forman parte de nuestro ADN, por decirlo de alguna manera. ¿Las causas? son multifactoriales, pero detrás de una “cola” (salvo excepciones) de seguro hay ineficiencia, burocratismo, y pocos deseos de trabajar. Más no son estas las únicas raíces.

El mal merece cortarse de cuajo, como afirma el dicho, sin embargo seríamos utópicos si pensáramos que es sencillo. Lo que sí podemos lograr —y estas líneas son un llamado— es la toma de conciencia al respecto.

En fin, las anécdotas serian interminables. Yo tengo las propias, y una super “fresquita” ocurrida en el hospital Joaquín Albarrán, de esta capital, y que fuera “protagonizada” por una enfermera, si así pudiera llamársele. Pero no vale la pena contarla, prefiero leer las que ustedes pudieran comentar. Quizás me ofrezcan el pie forzado para continuar el tema, un asunto que nos duele a todos y merece la pena abordar.

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