«Hay que hacer maravillas para mantener una academia de piano con dignidad»

«Hay que hacer maravillas para mantener una academia de piano con dignidad»
Fecha de publicación: 
25 Junio 2012
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Si alguna vez han vivido un concierto de Ernán López-Nussa o han escuchado su piano en la radio, no hará falta explicar entonces por qué decimos que este gran músico cubano porta la excelencia en sus credenciales y es, sin dudas, uno de los mejores protagonistas del panorama pianístico de la Isla.

 

En Ernán lo clásico y lo popular fluyen como si de la misma agua se tratara. Junto a su teclado hemos recorrido partituras de genios de la música en el mundo como los románticos Schumann y Chopin hasta que aterrizamos en el danzón de Antonio María Romeu o el latin jazz de Emiliano Salvador. Y de todas esas ricas influencias, nuestro autor nos habla en sus propias composiciones.

 

Recientemente él recibió el Gran Premio Cubadisco 2012 por su álbum Veinte pianos, que también fue distinguido en otras categorías. En dicho volumen López-Nussa regaló una obra cuidadísima, deuda de su vocación hacia el magisterio. Ahora su obra está multiplicada, aún más de lo que el sonido de su instrumento ha recorrido ya.   

 

Con él conversamos.

 

 

-Usted ya había recibido un premio Cubadisco, hace años, en la categoría de Jazz Latino. Veinte pianos ganó además el Premio Discográfico del ALBA 2012. ¿Qué posibilidades implica esto?


-Yo siento este reconocimiento como un gran estímulo para seguir trabajando. Veo que mi quehacer tiene eco y es escuchado y valorado por otros. Es lo más importante. Por supuesto que el lograr un resultado positivo genera mejores condiciones en lo adelante, y produciré proyectos semejantes siempre que me deje tiempo para el piano.

 

-Este álbum ganó también el título de Didácticos, una sección reciente en la feria del disco cubano. ¿Cuáles son los retos de hacer un disco dedicado a los estudiantes de arte?


-El reto es escribir música que se haga placentera interpretar. Un estudiante se siente siempre identificado con el arte de su tiempo, con un lenguaje local, cercano, y siempre abierto hacia muchas direcciones.

 

-¿Qué opinión le merece la enseñanza musical en Cuba en la actualidad, especialmente la escuela de piano?


-Hoy se nota un gran cambio (para peor) en nuestros conservatorios. Ha habido que hacer maravillas para mantener una academia de piano con dignidad. El éxodo, la edad de los grandes pedagogos, la muerte de muchos, la ausencia de los maestros de aquella Europa del Este y la dejadez en medio de las condiciones reales que confrontamos, conspiran con la buena formación.

 

Por supuesto que quedan buenos profesores, me consta, estoy muy al tanto de la enseñanza, pero sí abunda la mediocridad y la falta de una buena instrucción. Hay que trabajar en insertar programas de música popular cada vez más coherentes con lo que se toca hoy en Cuba.

 

Siguen y seguirán surgiendo los talentos que debemos cultivar y en el camino quedarán los que no tienen el talento o el empuje para continuar. Reconocer y pulir este talento es la responsabilidad del académico. Compleja tarea que no todos quieren o pueden sostener. La pedagogía es también un arte. No hay mañana en que ponga las manos en el piano y no recuerde algún apunte de mis profesores.

 

 

 

-En Veinte pianos usted trabajó con otros intérpretes, ¿cómo fue esa experiencia? ¿Qué otras particularidades tiene, en su opinión, el disco que lo hace especial?


-Cada obra está interpretada por un pianista con el que tuve, al menos, dos encuentros antes de la grabación. Todo esto está registrado con cada uno de los jóvenes que participaron en Veinte Pianos. Para algunos fue su primera experiencia en un estudio de grabación, como también la primera vez que enfrentaban música popular cubana y jazz. Toda esta ilustración ayuda mucho al oyente o al pianista que pretenda interpretar alguna obra.

 

-Muchos jóvenes pianistas cubanos se están abriendo paso en el género jazzístico y se habla hoy de un «nuevo jazz». De hecho, la disquera Colibrí dedica un segmento importante de su producción a estos noveles artistas. ¿Cómo valora la música de esos muchachos? ¿En qué medida se siente o se ve ese fenómeno de joven jazz cubano? ¿En qué se diferencian ellos de músicos jazzistas consagrados como usted?


-No han dejado de nacer nuevos músicos talentosos que cultivan el jazz. Lo que pasa con el piano es que es un instrumento muy complejo y se requiere mucha dedicación y debes estudiarlo desde sus inicios, quiero decir, desde que tienes 6 o 7 años, y esto, como en la medicina, merece un estudio que no termina nunca.

 

Escuchas a pianistas con historias que contar, con creatividad e ingenio, pero con un nivel técnico sinceramente limitado, lo que hace que su música sea aburrida e inexpresiva. En el piano no hay engaños, no hay trampas, el público adivina siempre quién desea pasar gato por liebre. Lo mismo pasa con las tumbadoras, por eso Tata Güines fue y seguirá siendo uno de los más grandes percusionistas y rumberos de la historia.

Por otro lado, te encuentras con músicos cuyo potencial no solo está en la ejecución del instrumento, como es el caso de Alejandro Vargas, que para mí es de los más interesantes músicos de la nueva generación cubana, su valor está en esta ejecución y en todo lo que tiene que contar y en cómo lo cuenta.

 

-Cuando se anunció que este Cubadisco se dedicaría a la guitarra en la música popular, escuché muy buenas opiniones al respecto por parte de varios estudiantes de instrumentos de cuerda, que decían que en la escuela se enseña lo clásico, pero que lo popular lo aprendían ellos en la calle. ¿Sucede lo mismo con el piano?


-Sí, sucede lo mismo con todos los instrumentos. Somos empíricos en cuanto a música popular se refiere. Creo que Cuba, en este momento, no está en condiciones de asumir una academia de música popular, pero pienso que nos debemos una estructuración de ella con carácter urgente.

 

 

-Usted ha dicho otras veces que lleva la rumba en la sangre. ¿Qué  pasiones comparte cuando toca jazz y cuando interpreta música de concierto o clásica?


-Para interpretar a los clásicos debes estudiarlos, conocer qué estaba pasando alrededor de estos compositores a nivel sociocultural, además de estudiar las armonías, las melodías, las estructuras formales de cada obra. La música popular viene directamente de las calles o del campo. Tienes que viajar a ese sitio para su mejor comprensión. Para conocer el jazz, tienes que sentir ese júbilo que destilan sus intérpretes. Para la música española necesitas apoderarte del duende. Para la cubana, sentir la clave, y para el jazz, descubrir qué es el swing. Es eso lo que debes sentir cada vez que interpretes música y dejar correr la imaginación.

 

-¿Qué proyectos lo ocupan actualmente con su grupo? ¿Tienen un espacio fijo para presentarse? ¿Piensa en algún concierto próximamente, gira, u otro disco en el que esté trabajando?


-Tengo algunas producciones discográficas pendientes, no tengo ni quiero un espacio fijo para tocar (por el momento). Planeo varios conciertos este año, algunos para presentar mis últimos CDs, incluyendo Veinte Pianos.  También participaré una vez más en el magnífico festival que organiza Leo Brouwer; luego, algunos conciertos por Europa y Canadá, y seguir estudiando para tocar todo lo que falta por interpretar.

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