Colombia: La lucha por la paz en dos frentes

Colombia: La lucha por la paz en dos frentes
Fecha de publicación: 
14 Mayo 2018
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Casi moribundo por incumplimiento oficial el acuerdo de paz firmado en La Habana entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la capital cubana vuelve a ser escenario de un hecho similar entre Bogotá y el Frente de Liberación Nacional, con la experiencia apuntada por el jefe negociador de este grupo guerrillero de que no todas las opciones pueden ser puestas ingenuamente como los huevos en una canasta en peligro de caerse. .

Sinceramente, aunque es loable el noble intento que se está realizando en Cuba, los augurios de paz no son buenos. La debilidad del gobierno de Santos finalizando su mandato es un factor que juega en contra de los deseos de paz justa, apertura democrática, participación política y protección del derecho sagrado de la vida, que desea una gran parte de la población colombiana.

Sus aliados de clase más intransigentes, no contentos con el objetivo cumplido de Santos de desarmar a las FARC y desmovilizarla por unas concesiones mínimas, se abalanzan sobre los restos de lo que quedan de los acuerdos para acabarlos de devorar como aves de rapiña.

Finalmente, el asesinato diario y sistemático de líderes sociales que día a día llenan los campos y ciudades de Colombia, es tal vez la señal más oscura en el horizonte de que tal vez esta vez tampoco fue posible la construcción de una paz verdadera, firme, estable y duradera. Todo lo contrario. Paz de mentiras, endeble, inestable y muy corta así muchos persistan en ella.

Es tal vez al augurio de un nuevo fracaso histórico, que no significa una ventaja para la otra guerrilla que ahora accede a conversar de paz, luego de un primer intento frustrado en Ecuador por otras circunstancias, pero manteniendo firme el fusil en sus manos y en la clandestinidad, entendiendo que se aproxima un escenario de confrontación, donde el Estado y el bloque de poder dominante lleva las de ganar, así tenga que volver a bañar en sangre y muerte a Colombia.

Con la estrategia de miedo que llevan a cabo y el nuevo genocidio en marcha contra los líderes sociales y opositores al régimen, no debemos extrañarnos del fracaso de cualquier tipo de acuerdo de paz, aunque siempre es decente y honesto realizar este esfuerzo, en medio de un clima en el que las fuerzas oscuras dominantes de la oligarquía y el imperialismo harán todo lo posible para la preservación del poder en manos de quienes lo han ostentado históricamente.  

El otro frente de lucha por la paz está en el propio territorio colombiano, y tiene a las próximas elecciones presidenciales como su principal protagonista, en un contexto que no augura nada bueno, porque prevalece una campaña de odio contra las fuerzas progresistas y solo un candidato, Gustavo Petro, es el que menciona a la paz y el respeto de los acuerdos al respecto en su programa de gobierno.

Petro, quien dice, y no hay argumento en contra, que nunca ha aceptado ni un centavo de nadie ni comprado un voto, ha sido amenazado de muerte, y un complot en contra de él fue descubierto, en el que también resultaría asesinado el embajador de Cuba en Colombia, según trascendió.

DONDE LA VIDA NO VALE NADA

Pero nada de esto último se debe dudar en una nación donde hace más de medio siglo la vida no vale nada, y este periodista lo pudo comprobar en el asesinado en el aeropuerto de Bogotá por un adolescente de 14 años del candidato presidencial Bernardo Jaramillo, después de haberlo entrevistado en La Habana.

Pero los asesinatos de dirigentes de algún alto nivel político son rutinarios allí, por lo cual traigo algunos pocos ejemplos a colación:

A partir del magnicidio, de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, una y otra vez, el método que ha usado la CIA y la “democrática” burguesía para frenar a los candidatos adversarios ha sido su liquidación física.
Gaitán fue asesinado por su compromiso con los más humildes, con la reforma agraria, e incluso porque se declaró a favor de la nacionalización de sectores decisivos de la economía, como los bancos.

El 11 de octubre de 1987 fue asesinado Jaime Pardo Leal, dirigente de la Unión Patriótica (UP), quien como candidato presidencial en 1986 había obtenido una cifra récord de votos. El crecimiento de su popularidad y prestigio, lo convirtieron en “amenaza” para los intereses de la oligarquía.

El 18 de agosto de 1989 un delincuente con el alias de “Popeye” asesinó al candidato del Partido Liberal, Luis Carlos Galán, quien era el favorito según las encuestas.

El 22 de marzo de 1990 el ya mentado Bernardo Jaramillo fue asesinado, y la misma suerte corrieron once congresistas y unos 5 000 militantes de la Unión Patriótica y el Partido Comunista Colombiano.

El 26 de abril de 1990, el ex movimiento guerrillero M19, competía por primera vez en elecciones por la presidencia; su proyecto había avanzado en popularidad y simpatía, y por ello su candidato Carlos Pizarro fue ametrallado dentro de un avión. En el 2010 se determinó que funcionarios del DAS, entre ellos su ex director, fueron partícipes del crimen.

Manuel Cepeda Vargas, después de ser secretario de la Juventud Comunista, había adquirido un lugar en el Comité Central del Partido Comunista y era el director de Voz Proletaria. Fue asesinado el 9 de agosto de 1994. Los autores materiales eran suboficiales retirados del Ejército de Colombia-

Estos son solo algunos de los casos más notables, subrayo, cuya continuación pudiera ser señalada en los asesinatos que se cometen a diario contra activistas sociales en las zonas que el ejército ocupa, tras la retirada guerrillera de las FARC.

Que Gustavo Petro tenga pendiente la vida de un hilo no es nada extraño en esta campaña del miedo atizada por la ultraderecha. Que el dirigente izquierdista logre avanzar a una segunda vuelta en las elecciones presidenciales del 27 de mayo, sería una hazaña y un trago amargo que al fascismo corriente colombiano le costaría trabajo pasar.

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