EN GALERÍAS: Conjuro de la sombrilla

EN GALERÍAS: Conjuro de la sombrilla
Fecha de publicación: 
13 Abril 2018
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El artista recrea diversidad de discursos en torno a un dispositivo que, luego de ser inventado en Asia, ha acompañado al hombre desde tiempos inmemorables.

“La mente humana es como la sombrilla, funciona cuando se abre," afirmó en una ocasión el célebre arquitecto, urbanista y diseñador alemán Walter Adolph Georg Gropius (Berlín, Alemania, 1883-Boston, Estados Unidos, 1969). Esa precisamente es la intención esencial de las ideas estéticas de Erik Varela Ravelo, un pintor que recrea este artilugio teniendo en cuenta, entre otros valores simbólicos, que su representación en el lejano oriente rememora al cielo y a la realeza; en tanto se encuentra entre los  ocho símbolos de fortuna del budismo. El paraguas es, además, distintivo de austeridad y estatus, e igualmente representa la riqueza.

Las sombrillas y los paraguas son emblemas milenarios —aludidos por grandes artífices a través de la historia del arte universal— sobre los que descansa la fuerza conceptual de las tesis pictóricas de Erik, mezcla de imaginación y de realidad que discurre desde su subconsciente para exteriorizarse sobre la tela o la cartulina en matices ricos en tonalidades frías y cálidas que configuran ambientes de particular belleza expresiva.

Otras alusiones históricamente atribuidas a las sombrillas se remontan a la antigua Grecia, donde según Aristófanes, era un elemento necesario para que llevaran las damas, e igualmente representaba inferioridad y subordinación. Pero también, en otras culturas, representa dignidad y autoridad, protege al que debajo de ella busca refugio, en tanto concentra la atención y se inclina hacia lo interior; amén de otras que le dan un carácter más bien despectivo, pues insinúan que quienes se protegen con estos artículos de uso personal, se sitúan en las sombras para así escapar de la realidad o de la responsabilidad.

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Erik pretende insinuar, provocar  e incitar al espectador y, como dice el conocido refrán, “cada cual saque sus propias conclusiones”, a fin de cuentas él erige sus trabajos desde realidades concretas, y llega a conformidades plásticas que surgen de su emocionada entrega espiritual, en la que tomando como base objetos del mundo conocido y convirtiéndolos en emblemas, puede sugerir múltiples ideas relacionadas con la vida del hombre contemporáneo.

Para este creador "el símbolo anuncia un plano de conciencia diferente a la evidencia racional, es la esfera de un misterio, el único medio de decir aquello que no puede ser aprehendido de otra manera, no está jamás explicado de una vez por todas, siempre ha de ser de nuevo descifrado”, como aseguró el eminente islamólogo y filósofo francés, Henry Corbin (París, 1903-1978).

La pintura de este artista de instrucción básicamente autodidacta, hay que entenderla como un incesante proceso de cambios y metamorfosis, suerte de encuentros y desencuentros a través de los que escala nuevos y mayores retos dentro de un modo muy personal de hacer arte, el cual no solo insta al espectador a percibir sus obras con los sentidos e interiorizarlas en correspondencia con sus sagaces investigaciones en torno a los temas de sus discursos, sino también como construcciones de una operación plástica sobre la que comenzó a incursionar hace relativamente pocos años mediante un estilo abstracto-geométrico que prontamente ganó palmas entre coleccionistas, galeristas y críticos.

Con apenas cuatro años de ejercicio pictórico, vale destacar  que Erik posee una acumulada experiencia de más de una década de interrelación directa con lo mejor del arte contemporáneo insular en su taller de enmarcado, donde ha transitado con éxito por otros géneros del arte, entre ellos la escultura, el grabado, el dibujo y la fotografía.

 
Su extraordinaria sensibilidad hacia la creación ha transitado por dos importantes etapas: la primera, la geométrica pensada en disímiles dimensiones estructurales —presentada durante la XII Bienal de La Habana en la exposición Dialéctica y controversia—, y la actual, que sin desechar aquellas contingencias expresivas, suele prevalecer en determinadas áreas de sus cuadros y en los fondos, enfocándose más hacia la figuración simbólica, en la que sobresale el infinito universo del lenguaje de los colores y de las formas.

 
Conjuro de la sombrilla, posibilitará al espectador disfrutar de composiciones artificiosas en las que se quiebran los vínculos con lo real para aludir al mundo circundante, y conformar narraciones que recrean elementos o situaciones extraídas del entorno reveladas como signos.

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