ZONA CRÍTICA: Luces y sombras de Lado a lado

ZONA CRÍTICA: Luces y sombras de Lado a lado
Fecha de publicación: 
17 Marzo 2018
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¿Quién va poner en duda el esplendor de la puesta en pantalla de Lado a lado? La novela brasileña que concluyó por Cubavisión fue un espectáculo deslumbrante.

Los diseños de decorados y vestuario, la iluminación, la fotografía, la “coreografía” de los actores, la manera en que se ubican y mueven las cámaras, las dinámicas con los planos, el “diálogo” entre lo que se dice y lo que se ve, la recreación de esa visualidad tan singular de principios del siglo XX... Los estándares de los dramatizados brasileños de Globo nada tiene que envidiar a los de las mejores productoras de televisión del mundo.

Pero hay que ir más allá del empaque, más allá del atractivo de unas cuantas historias de amor pletóricas de altibajos.

Lado a lado asumió varias demandas sociales, causas y reivindicaciones históricas que, en principio, son pertinentes: la lucha contra el racismo y por la emancipación y empoderamiento de la mujer, el reconocimiento de la naturaleza mestiza de la cultura brasileña… Son temas que una y otra vez han asumido los dramatizados de ese país, y el enfoque suele ser acertado. Hasta ahí, nada que objetar. El problema está en las dosis y en los énfasis.

La telenovela terminó por forzar las lógicas del folletín y de la época que recrea para enarbolar ese discurso. Al final “machacó” con cierto didactismo, cierto tono arengador que bordearon la propaganda.

Hubo situaciones y hasta personajes que parecen insólitos a principios del siglo pasado. Hay conceptos en boca de los protagonistas que alcanzaron su definición justa muchos años después. Si no se hubiera insistido en el “realismo”, en el “historicismo” de la narración, no se hubieran notado tanto las inconsecuencias.

El mismo armazón dramático no fue del todo firme, algo muy notable en los capítulos finales. Es muy posible que la edición internacional haya mutilado más de la cuenta (eso suele suceder), pero muchos de los conflictos (incluso, conflictos “complejizados” a última hora, como en el internamiento de Laura en el sanatorio) fueron solucionados muy fácilmente, de corre corre.

Al menos las últimas peripecias de la hermosa villana (esa Baronesa intepretada por Patricia Pillar) estuvieron mejor contadas. La disfrutamos de principio a fin. Y ese tránsito entre dos épocas de la escena final tiene muchas implicaciones: las luchas de hoy tienen su germen en las de ayer. Extrañamos esa sutileza en buena parte del folletín.

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