MIRAR(NOS): Gente por la mitad

MIRAR(NOS): Gente por la mitad
Fecha de publicación: 
16 Marzo 2018
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La amiga de una amiga me lo contó. Al principio pensé en todas las personas que emprenden ese tipo de relación. Y pareceré a muchos la más pesimista pero creo que son mayoría. Incluso porque los tiempos que corren se ha puesto mayor interés en la hipocresía que en los sentimientos... mayor énfasis en los asuntos a medias. Entregarse al 50% tiene una garantía universal: se sufre menos. ¿Se sufrirá menos? No estoy muy segura de ello. Hasta los más malos quieren saber que alguien les ama sin condiciones, sin verdades por la mitad (que como sabrán los más entendidos no es verdad en ninguna latitud).

El caso es que quien se da poco no puede exigir que le entreguen mucho. No obstante lo hacen, por aquella tendencia universalmente de moda de creernos merecedores de todo lo bueno. Porque del amor todo el mundo se siente merecedor y te saltan, incluida yo, con una extensísima lista de la razón que nos ampara para tener algo mejor, porque antes de hoy fuiste la persona más noble. Pero es un cuento de camino que a los buenos le pasa lo bueno o que solo le pasa a los malos. En primer lugar, hay que empezar por el final: nadie es bueno ni malo en sí. Porque no hay justificación y ya sea yo una cosa o la otra permutaré a cualquier condición si el que está en medio es mi hijo. Y reconozco que no está bien que sea una y después otra pero cuando se trata de él se me cruzan los cables, se podría decir que me quedan en una misma dirección: la suya. No hay pretextos: hay que ser buenos siempre aunque duela, aunque sea más cómodo transitar por otro camino.

Por otra parte las cosas buenas acontecen a unos y a otros, para todo el mundo hay algo bueno preparado. Aunque una amiga mía haya tardado casi 30 años en encontrarlo y otra después de otros treintitantos percibió que lo tenía enfrente.  Ni exonero a nadie ni doy luz verde al egoísmo ni a las malas acciones. Tampoco es una obligación amar pero se está mejor con uno mismo cuando se da todo.

Alguien muy querido me comentaba el otro día que ser madre, por ejemplo, es un acto desinteresado y lo es desde el comienzo. No puedo pretender, ni yo ni nadie, que dar todo sentimentalmente hablando a mi bebé será un salvoconducto o garante de que él permanecerá a mi lado por siempre. Lo mismo sucede con una pareja: nada puede asegurarle que estará por siempre ahí. De pronto una mañana, una tarde o una noche mi pequeño (entonces ya no tan pequeño) decide extender sus alas, abandonar el nido. Nada podré decirle, ni siquiera emplear el chantaje emocional de las lágrimas que puede ahorrarme. Hay que dejarlo libre en sus decisiones. La persona que tiene al lado ¿qué sabes tú si estará mañana? Ojalá esté (digo, si quieres que así sea).

Una de las leyes de Newton debió ser justamente esa, más o menos se leería así: un cuerpo no está obligado a reciprocar afecto ni a permanecer atado. Es libre de salir caminando una mañana, una tarde o una noche, y aunque duela a otro cuerpo (puede leerse alma), no mirar atrás. Newton no habló de esto porque él era físico, un poco más pragmático que sentimental.

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