Lo que significa ver al Rayo McQueen

Lo que significa ver al Rayo McQueen
Fecha de publicación: 
15 Marzo 2018
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Al alcance de una memoria flash y el módico precio de cinco pesos, el llamado «paquete semanal» no es algo que se controle fácilmente. ¿La solución?: apelar a la inteligencia para salvar a los consumidores del coma intelectual y emocional en que los envuelven ciertos productos; pero, aun así, la realidad nos supera.

Los hábitos de consumo se crean desde la más temprana edad; por ello, historias tan alucinantes y poco creíbles como la del arrogante y egocéntrico corredor Rayo McQueen rodean la mente de nuestros niños, que, sin dudas, crecen pensando que la vida se resume a lograr el éxito.

El proceso de occidentalización que se lleva a cabo en América Latina sitúa al continente a la sombra de las grandes potencias. Sin embargo, la dominación cultural de la cual es víctima le da una dimensión integral al sometimiento y la dependencia que hoy enfrenta. Sin dudas, el imperialismo cultural (concepto que resume la penetración cultural del imperialismo en el continente) ha logrado un sujeto que garantiza el status quo y acepta las relaciones de dominio sin objeción.

Así, la niña de hoy no cree en el trabajo sacrificado, ni en defender sus ideales e igualdad respecto al hombre; sino que aspira a conocer a un «príncipe azul» y pasar su vida entre fiestas de princesas y vestidos rosados de lentejuelas.

Investigaciones sobre comunicación en América Latina demuestran que el imperialismo es más que un sistema económico militar de control y explotación. En su afán por extender su dominio, expande símbolos y signos para imponer su ideología y lograr un pensamiento único, que garantice la decadencia de culturas autóctonas.

Las fiestas de pijamas, el Halloween o los cumpleaños temáticos, le han ganado la pelea a las típicas «descarguitas» o a los «picacake» a lo cubano. Los «culebrones» mexicanos, las novelas turcas y, en el peor de los casos, las series sobre narcotráfico, han sustituido por completo a las producciones cubanas, que malas o buenas, al menos nos identifican como lo que realmente somos: ¡cubanos!

No hablamos de alejar el desarrollo, sino de mostrar que lo nuestro es diferente y novedoso, que el cubano es auténtico y reconocible donde quiera que se exhiba; parafraseando a la popular Olga Tañón: Cuba abierta al mundo y el mundo abierto a Cuba.   

«Ojalá se pusiera de moda el conocimiento», decía el ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez, y ojalá que los líderes intelectuales dejen de ser sustituidos por los «famosos». Quizás, en este contexto, la juventud lea a García Márquez en lugar de idolatrar a Justin Bieber.

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