The Post: del Cuarto Poder al Séptimo Arte

The Post: del Cuarto Poder al Séptimo Arte
Fecha de publicación: 
5 Marzo 2018
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La cinta es parte de un nuevo estilo de thriller político que el director norteamericano ha desarrollado en los últimos años a través de propuestas como “Lincoln” y “El puente de los espías”.

The Post cuenta la trepidante historia de cómo, en 1971, se filtraron e hicieron públicos un conjunto de archivos del Pentágono que referían al innecesario alargue de la Guerra de Vietnam, en un contexto en el que la opinión pública de Estados Unidos comenzaba a manifestarse fuertemente a favor del fin del conflicto.

La trama se centra en el diario “The Washington Post” (un periódico regional por entonces, muy distinto al monstruo mediático de hoy día) y la pelea que su dueña, Katharine Graham, y su Director, Ben Bradlee, tuvieron que dar frente a las presiones del Gobierno de Richard Nixon.

A pesar de su estilo de suspense, de esa atractiva dinámica que ofrecen las redacciones de periodistas atareados en busca de la noticia y del terrible encanto de las películas “basadas en hechos reales”; “The Post” sigue siendo una película de Spielberg, con sus aderezos cómicos, sus sentimentalismos aleccionadores y sus héroes a sobremanera idealistas. De una manera demasiado evidente, el director norteamericano nos remite a otro clásico de este tipo de filmes: Todos los hombres del presidente.

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Fueron las fantasías liberales del siglo XVIII las que acuñaron a la prensa el título de Cuarto Poder. Desde entonces muchos han preferido ver a los periódicos como los medios mediante los cuales rendirle cuenta a los tres poderes que conforman el Estado, es decir, al Poder. Sin embargo, también muchos han optado por creer que dicha relación no pasa de la callada complicidad. Como sea, el modelo de prensa liberal peca de lo que pecan todas las teorías idealistas, y es que es casi perfecto, mas no real.

“The Post” nos quiere vender uno de esos momentos en que lo ideal transmuta a la práctica, un ejemplo verídico de las potestades y potencialidades de ese Cuarto Poder como defensor del pueblo. Pero, desgraciadamente, ejemplos como este son tan escasos que se necesitan hacer películas sobre ellos para engrandecerlos y recordarnos de su posibilidad de ser.

En un inicio, sus personajes principales, Kay Graham (Meryl Streep) y Ben Bradlee (Tom Hanks), presentan la cara más real del periodismo, la de la complicidad con los políticos y la concepción de la noticia como un escándalo generador de todo tipo de ganancias. Más tarde, mientras avanzan los minutos de metraje, ambos protagonistas van adquiriendo conciencia de su rol social. La gran conclusión a la que nos hace llegar “The Post” es que la prensa no puede desligarse de lo político, pero debe desligarse de los políticos.

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Ben Bradlee (Tom Hanks)

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Ben Bradlee (Tom Hanks) y Kay Graham (Meryl Streep)

Otro de los mensajes poco subliminares de la película está relacionado con el feminismo y el empoderamiento de la mujer en la sociedad norteamericana de la época, aunque, en realidad, el tema sigue vigente. Meryl Streep, una activista social feminista, encarna a una Kay Graham que supo destacarse en el predominantemente masculino ambiente empresarial, a tal punto, de ser considerada en su tiempo “la mujer más poderosa de América”. Fue Graham quien tuvo la palabra final respecto a la publicación de los Papeles del Pentágono por el Post y fue también quien, poco tiempo después, defendió a capa y espada a dos de sus mejores periodistas, Carl Bernstein y Bob Woodward.

Es necesario aclarar que en esta película, como sucede en todas las recreaciones históricas, hubo de sacrificarse un poco la realidad en pos de la dramaturgia y de la intencionalidad de sus creadores. El Washington Post, por ejemplo, no fue el verdadero héroe del conflicto de los Papeles del Pentágono, sino el New York Times. Al Post le tocaría ser el paladín de la Primera Enmienda cuando se destapara el escándalo del Watergate. También vale señalar que Daniel Ellsberg, quien filtró los Papeles del Pentágono, no tiene en el filme la relevancia que debería tener.

Ellsberg, un think tank del gobierno norteamericano, fue un hombre que por conciencia hizo la que creyó correcto a sabiendas del peligro que corría. Fue, de alguna manera, el antecesor de Mark Felt, el enigmático Garganta Profunda; y su papel en la historia nos alude inevitablemente al proscrito Edward Snowden.

Ellsberg estuvo cerca de ser condenado a 115 años de prisión, supuestamente por haber violado la Ley de Espionaje de 1917, la misma que 20 años atrás había mandado a la silla eléctrica a los esposos Rosenberg. Por suerte, las obstrucciones a la justicia de Nixon, quien usó a sus “fontaneros” para robar documentos que probaran desórdenes psiquiátricos en Ellsberg, terminaron por influenciar en su absolución.

Si algo que lo que no dice, o no pudo decir “The Post” queda, son simplemente las palabras de uno de los jueces de la Corte Suprema de Justicia (el Tercer Poder) que falló a favor del Times. Palabras penetrantes y de total actualidad: “Una prensa fastidiosa, una prensa agresiva, es algo que debe ser soportado por aquellos que ejercen la autoridad, precisamente con el fin de preservar nuestros mayores valores”.

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