Presidenciales costarricenses: A segunda vuelta, en medio de apatía y fragmentación

Presidenciales costarricenses: A segunda vuelta, en medio de apatía y fragmentación
Fecha de publicación: 
9 Febrero 2018
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Ninguno de los 13 candidatos presidenciales logró el estipulado 40% de los votos en las elecciones para llegar al poder en Costa Rica, en una primera vuelta marcada por el récord de 39,4% de abstención, por lo cual irán a una segunda vuelta el primero de abril los dos aspirantes más votados: el conservador religioso Fabricio Alvarado, de Restauración Nacional, y el centrista Carlos Alvarado, del oficialista Partido de Acción Ciudadana.

Lo peculiar de todo esto es que Fabricio subió vertiginosamente en la intención de voto, explotó el rechazo de la mayoría de los ciudadanos costarricenses a la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de legitimar el matrimonio de personas de igual género.

A su vez, Carlos Alvarado (el único no conservador de los aspirantes) logró apretadamente la clasificación, teniendo en cuenta el hándicap del fracaso oficial de imponer una reforma fiscal, la fragmentación legislativa que impidió la aprobación de varios programas, un escándalo de corrupción surgido a fines del 2017 y el ascenso del conservadurismo religioso.

Este conservadurismo se ha endurecido por la falta de capacidad para gobernar ese país ante problemas urgentes —crisis fiscal, desempleo, inseguridad, aumento de la desigualdad— que amenazan el propagandístico modelo de bienestar que se suele colocar como cartel a la nación centroamericana.

Pero también para el elegido será un duro bregar a fin de tratar de tapar entuertos, y  buscar pactos para lograr la mayoría legislativa. En este contexto también tuvo lugar este domingo la elección de 57 legisladores, pero sus resultados aseguran que sigue esa fragmentación que impide gobernar si no es con alianzas.

Ojo con Fabricio

La campaña electoral, subrayo, estuvo signada por la religiosidad a ultranza en un país donde prevalece con un 66% de la población el catolicismo, con una amplia presencia del 12% protestante.

Como apuntamos, un fuerte rechazo al matrimonio igualitario provocó el repentino avance de Fabricio Alvarado, periodista y predicador evangélico. Solo el oficialista Carlos Alvarado mantuvo una actitud acorde al respeto de la decisión de la Comisión Internacional de los Derechos Humanos, que tiene su sede en la propia Costa Rica.

La exacerbación de la defensa de los "valores cristianos" pisó la arena política como nunca antes después del fallo de la CIDH del 9 de enero, que ordenó a todos sus países miembros habilitar la figura del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Esto fue recibido como una buena noticia por grupos defensores de derechos humanos, pero para el gobierno pronto fue objeto de un efecto bumerán que impactó directamente en la competencia por la silla que dejará el 8 de mayo Luis Guillermo Solís. Un "shock religioso", le han llamado expertos de la Universidad de Costa Rica que midieron este factor.

La tradicional Iglesia Católica, junto a las dinámicas y organizadas congregaciones protestantes, lograron activar a sus seguidores y presionar a los candidatos presidenciales a dar un giro conservador a la discusión electoral.

El activismo ha sido tal que el Tribunal Supremo de Elecciones emitió un llamado de atención a las autoridades de ambas religiones para que suspendieran manifestaciones electorales. Mientras, los magistrados estudian una de las decenas de denuncias por posible violación a la prohibición de usar electoralmente motivos o creencias religiosos. Lo condena la Constitución, que también establece el catolicismo como religión oficial del Estado costarricense.

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