MIRAR(NOS): Personal e intransferible

MIRAR(NOS): Personal e intransferible
Fecha de publicación: 
9 Febrero 2018
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Al mar, a los espacios repletos de gente, a determinadas situaciones, al color blanco, a los desconocidos, a las mujeres bonitas, a los objetos de madera, a los números, a las alturas, a volar, a los objetos punzantes, a las armas de fuego... a ser demasiado fuerte o demasiado débil.

A ser condescendiente, a los niños, al ruido, al ataque de algún animal (incluido otro hombre), a un episodio del pasado aunque también al futuro, a las polillas, a los elogios.

Al ridículo, a las situaciones límites, a no dar el máximo, a hacer lo indebido, a los malos sueños, a perderlo todo, a ganar.

Existen tantos y tan variados tipos de miedo como personas habitan el mundo. Cada uno de forma particular exterioriza o no sus fobias más internas. Y hay quien termina por exorcizarlas un día... empiezan a llamarse a sí mismos valientes, vencedores.

Debe ser reconfortante cuando uno se gana a sí mismo, en el momento justo que te vuelves mejor de lo que eras o de lo que pudiste haber sido, al menos en tu opinión. Fortalece sentir que te has superado.

Dicen los que lo han vivido que el miedo saca lo peor de cada uno. En lo personal, me parece que el miedo nos hace ver realmente como somos, lo digo así sin poesía, para que me entiendan bien.

Hace unos días la película española “El bar” me dejó verlo más claro. Ocho personas coinciden en el mismo lugar. Una situación de las que yo llamaría excepcionales les deja sin poder salir de allí. De súbito empiezan a emerger sus ángeles/demonios internos. El miedo, principal protagonista del filme, saca a la luz sus verdaderos instintos predadores.

En la macabra diatriba que en definitiva resulta la película, terminas maquiavélicamente poniéndote del lado de los “lindos”, si bien no los más buenos. Todo aquel que empuña la pistola permuta su carácter. El artefacto viene a ser entonces una especie de luna llena que convierte en lobo (por añadidura sediento de sangre) a todo el que lo toca.

Por supuesto, este no es ni de cerca un memorándum valiente. Porque también tengo mis miedos, personalísimos e intransferibles, espero.

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