EN LIBRERÍAS: El cielo no ha cambiado

EN LIBRERÍAS: El cielo no ha cambiado
Fecha de publicación: 
29 Enero 2018
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Considerado uno de los autores iniciadores del desarrollo literario en la provincia de Holguín, a partir de 1986 con la instauración de los Premios de la Ciudad, donde su cuaderno Bajo un cielo tan amplio mereció el galardón, Alejandro Fonseca vivió la poesía como circunstancia de vida.

 
Apegado a esa tradición literaria que se inicia en 1986 y que se sostiene con la inclusión de nuevas voces, Fonseca dio a conocer otros cuadernos a lo largo de su carrera. Por la casa editora se cuentan: Testigo de los días (1988) y Juegos preferidos (1992); lista a la que se suma esta antología, publicada con una selección de la obra completa del autor, fallecido en el año 2015.

 
Su desempeño en el campo de la escritura poética se enmarca también en diálogo con otras geografías. En 1998 publicó en Madrid Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas; Ínsula del Cosmos (2006) en Estados Unidos y por Bluebird Editions La náusea en el espejo (2009). Mientras que Anotaciones para un archivo (1999) estuvo a cargo de Ediciones Unión.

Con esta obra publicada en Cuba y en otros países, la poesía de Alejandro Fonseca se instauró en el quehacer poético de la Isla, formando parte del catalogo de autores que hacen con sus textos un canto general a la cultura.

 
La lectura detenida de esta selección, con la certeza de que no volveré a encontrarlo una tarde cualquiera leyendo sus poemas en el Café Literario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Holguín, me recuerda que la muerte es implacable. Que no les perdona a los poetas sus versos sobre la vida y las escenas de nuestra cotidianidad.

 
Algunos de los temas presentes en su obra van desde el amor, la insularidad, la muerte, la familia, los poetas a los cuales leyó y los sedimentos que estas lecturas dejaron en él.

 
Como escribe la poeta y editora, Lourdes González en las palabras de presentación al volumen: “Este poeta insular, con paciencia esperanzadora, creyó siempre en la memoria que almacenaba para él, en un archivo humano poco estudiado aún, los actos de plenitud de una infancia rendida a los pies de su abuelo contador de historias fantasmales, una infancia en la que los misterios familiares y universales lo dotaron de un obstinado anhelo por la obtención de la belleza a través del lenguaje”.

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