Habrá final oriental

Ya Granma había logrado el boleto, y este miércoles Las Tunas se convirtió en su rival, tras apalear a Industriales en el séptimo desafío, el único deslucido de esta serie, decidido tempranamente.

No voy a hacer leña del árbol caído, ya los errores cometidos por los Azules los comenté anteriormente, cuando todavía estaban a tiempo de rectificar, y ya no hay remedio, así que las palmas se las llevan los Leñadores.

En primer lugar, hay que reconocer que el mentor Pablo Civil jamás les retiró la confianza a varios de sus mejores bateadores, pese a haber sido dominados una y otra vez. Es cierto que necesitaron más de 20 turnos al bate para despertar, y que no había mucho más para sustituirlos, pero al final lo hicieron, y en buena medida esto se debe a la fe ciega de su mentor.

También Civil tuvo el tino de poner a relevar siempre al hombre que más lo ayudó a llegar hasta esta instancia, aunque le haya salido mal. Esa muestra de gratitud hacia Diego Granado, pese a no haber sido correspondida con actuaciones impecables, dice mucho del estratega tunero.

Anímicamente, los Leñadores nunca se dieron por vencidos, ni siquiera ante la imponente afición del Latinoamericano, que se quedó con las ganas de ver de nuevo a su equipo en una final. Los tres juegos ganados en las postrimerías, amén de decisiones cuestionables del alto mando azul, obedecen en buena parte al ímpetu mostrado todo el tiempo, y a jamás bajar los brazos.

Es cierto que el pitcheo de relevo capitalino estuvo de lágrimas, pero eso no le resta méritos al elenco oriental, que jugó de manera impecable especialmente los dos últimos encuentros.

Mención aparte para Danel Castro, que fue la bujía inspiradora del conjunto todo el tiempo, incluso en los encuentros en los cuales no bateó. El designado no creyó en veteranía y derrochó entrega y vergüenza en cada salida al plato.

Para Las Tunas esto es historia, pero todavía no se acaba, aún pueden estirar la epopeya.