Silvio cantará en el barrio La Marina, en Matanzas

Silvio cantará en el barrio La Marina, en Matanzas
Fecha de publicación: 
6 Junio 2012
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Sí, porque tiene que ser allí: en La Marina, ese barrio tan cerca del mítico río Yumurí y de la Concordia, el puente centenario, una de cuyas columnas es símbolo de Matanzas, mi ciudad.

Silvio lo conversó en Cienfuegos, en su primera gira por los barrios fuera de La Habana: «... y en Matanzas, tierra de Los Muñequitos, e invitarlos a ellos a cantar con nosotros». Eso dijo el trovador en la llamada Perla del Sur.

La Marina vio nacer a Los Muñequitos el nueve de octubre de 1952, hace casi 60 años.

En un pequeño bar de la esquina, a tres o cuatro «negros» que trabajaban de «caballos» en el puerto, cargando azúcar y descargando lo que apareciera para ganarse tres kilos, se les ocurrió unirse para tocar rumba.

Ese ritmo que traían en la sangre, porque los que vinieron de África obligados a trabajar como bestias la cantaban, bailaban y tocaban en sus noches de nostalgia, como grito de rebeldía y esperanza.

Saldiguera, Virulilla, Catalino, Gollito, Pellado y Chachá «pegaron» el primer disco que grabaron en Santiago de Cuba. La gente los ponía una y otra vez en las vitrolas y el grupo que surgió como Guaguancó Matancero, era identificado por todos como Los Muñequitos, título de una de las dos canciones del «sencillo» de acetato.

Diosdado Ramos, en su natal Guanabacoa y con apenas ocho o nueve años de edad, bailaba como nadie a ritmo de la vitrola, las personas que le veían bailar le daban una peseta que él llevaba corriendo a su abuela, y constituía, tal vez, el único sustento del día.

La vida o el azar hicieron que llegara un día a Los Muñequitos y hoy es su director.

El reconocimiento al grupo creció mucho, tanto, que es de los pocos en Cuba con un Premio Grammy Latino.

Recorrieron Los Muñequitos el mundo. Grandes escenarios con telones finos y luces multicolores vieron tocar, cantar y bailar a varias generaciones de ellos; pero todos, sin excepción, siempre vuelven a La Marina.

Allí, tan cerca del Yumurí, de su Abra y del Pon Pom, se baila rumba a cualquier hora del día o de la noche, se juega dominó, cualquiera puede tomarse un trago de ron, consultar un babalawo, hacer una misa espiritual, acudir al médico de la familia o a la presidenta del Consejo Popular, y los niños van a la escuela, limpios y sonrientes.

En La Marina se puede encontrar una puerta de cristal o de cartón, tirarse las cartas o los caracoles.… Las mujeres andan en tacones o chancletas, la gente va a la cola del pan o al «puntito» de la shopping... Porque es diversa como los movimientos de la rumba o la decoración de cada altar...

Y ya lo visualizo. Silvio cantará en La Marina, puede ser mañana, dentro de tres o seis meses, no importa el cuándo. Hasta allí llegará tal y como es, sin rimbombancia, ni grandilocuentes palabras.

Irán a verlo de Simpson, donde nació el danzón, Versalles, de la Playa y Pueblo Nuevo, de Pastorita y El Naranjal.

Desde la esquina más apropiada, o en el llamado Viejo Espigón, improvisarán un escenario….

Silvio invitará a cantar a Los Muñequitos y será el momento, único, en que Juan Bosco, Chachá, Virulilla y Saldiguera, aparezcan despacio, montados en un Unicornio Azul y todos juntos, con prendas y ofrendas, dejarán escuchar «El Necio», como nadie lo habrá oído jamás...

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