Del plan yanki-sionista: Trump y las “guarimbas” iraníes

El legítimo derecho del pueblo iraní de exigir pacíficamente en las calles medidas gubernamentales para paliar la difícil situación económica que atraviesa, ha sido desvirtuado con la aparición de grupos que, armados con tipo de instrumentos, incluidas armas de fuego, han atacado dependencias oficiales y agentes del orden, en un estilo que recuerda a las “guarimbas” que actuaron en Venezuela y contaron con el beneplácito de los medios informativos occidentales y, por supuesto, de Estados Unidos.

Las voces más estridentes para “denunciar” la situación provienen nada menos que del presidente norteamericano, Donald Trump, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acérrimos enemigos de Irán y que hace meses elaboraron un plan para enfrentar, desprestigiar y entorpecer el papel solidario de Teherán en el Medio Oriente, además de estimular la eliminación de sus principales figuras políticas y militares.

En este contexto han sido descubiertos planes para asesinar al jefe militar iraní, Qasem Soleimani, quien tiene en su prestigioso aval haber ayudado a Iraq y a combatientes libaneses del Hezbollah en la derrota de grupos terrorstas apoyados por Tel Aviv.
Soleimani había sido objeto de atentados en el pasado, pero luego la inteligencia estadounidenses desestimó su eliminación, la cual, se afirma, ha recibido el visto bueno personal de Trump.

Ahora, el mandatario estadounidense aboga diariamente por el cambio del gobierno iraní, se trata de erigirse en defensor de su pueblo, “conmueve” a la Unión Europea y mueve al Congreso norteamericano a estudiar nuevas sanciones, porque las anteriores permanecen y contribuyen al deterioro aún más de la calidad de vida de la población de la nación persa.
EE.UU. e Israel siempre han demonizado a Irán y sido hostiles hacia el país persa, y en este sentido la cadena israelí Channel Ten informó que los gobiernos de los dos países firmaron un acuerdo secreto que incluía un plan antiiraní. Según el medio, las negociaciones que culminaron con la firma del convenio, tuvieron  lugar en  la Casa Blanca, durante la visita de una delegación de Israel, encabezada por Meir Ben-Shabbat, asesor del Consejo de Seguridad Nacional del país hebreo.

La causa de esta hostilidad imperial se remonta a la ocupación israelí del Líbano en 1982, cuando Irán brindó apoyo al movimiento nacional de liberación, lo que finalmente condujo a la creación del movimiento chiita Hezbolá. Su ayuda permitió enfrentar al ejército invasor, que tuvo posteriormente que retirarse. Además, brinda su apoyo a los palestinos, que también mantienen unas tensas relaciones con el ocupante sionista.

Incluso ahora vemos que Al Qaeda y el Frente al Nusra —organizaciones terroristas proscritas en Rusia y otros países— todavía se encuentran en las cercanías de la frontera entre Siria e Israel, el régimen sionista continua proporcionando ayuda médica a los yihadistas heridos, y en otra parte de la frontera siria está el recién expulsado Daesh (Estado Islámico) que, como se sabe, nunca fue atacado y sí apoyado con armas y logística por Netanyahu.

El nuevo plan antiiraní incluye el mantenimiento del rechazo de Estados Unidos al acuerdo nuclear firmado hace dos años, y cuenta con la complicidad de Arabia Saudita y grupos extremistas que se han infiltrado en las manifestaciones de carácter económico del pueblo iraní, causando problemas similares a los que ocasionaron los “guarimberos” venezolanos con el apoyo de la oligarquía local y el imperialismo norteamericano, principalmente.

La injerencia en los asuntos internos de la nación persa ha sido rechazada por quienes apoyan y son solidarios con una nación que no renuncia a su derecho de la autodefensa y contribuye a derrotar al plan imperial de mantener la hegemonía en una región estratégica y rica en recursos como el Medio Oriente.