CRÍTICA DE CINE: Star Wars, que las fuerzas no te abandonen

CRÍTICA DE CINE: Star Wars, que las fuerzas no te abandonen
Fecha de publicación: 
8 Enero 2018
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Sí, es el inicio, el preludio de horas viendo estallar en mil pedazos flotas de naves espaciales, combates de sables de luz y alguna que otra revelación inesperada. Sí, es Star Wars, la saga que ha atrapado a millones de fanáticos desde antes que yo naciera y ahora hace lo mismo conmigo. Estoy ante su Episodio VIII, Los Últimos Jedi. Me rindo a sus pies y me roba descaradamente 152 minutos de vida. Termina, no sin antes prometer que nos volveremos a ver. Y yo, aquí, sigo removiendo la lengua y esforzando el paladar en busca de los ingredientes que me dejaron ese sinsabor en la boca.

La crítica especializada la ha alabado, aunque con ciertas reservas. Los neófitos en este universo, esos que no han visto más de una vez cada episodio, la consideran la mejor de las partes. Los fanáticos, una disimulada decepción. Yo, ni lo uno ni lo otro. Los Últimos Jedi (de Rian Johnson) hizo lo que cualquier película suele hacer por estos tiempos: demagogia a golpe de trailers. Se maquilló, se engalanó, me propuso la mejor de las citas y, al final, nada realmente especial. Sin embargo, no todo de nuestro encuentro resultó fatal.

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El primer gran problema vino de antemano. Con su mera llegada, a menos de un año de la última película de la saga, rompió la magia que caracteriza a Star Wars como fenómeno de masas. En apenas dos años han salido tres filmes, y aunque Rogue One fuese un blockbuster que emocionó a todos con la fugaz aparición de Vader, la mística que encierra la espera masoquista se deshizo. La tradición que significaba torturarse alegremente por solo seis episodios en casi cuatro décadas fue pisoteada por la avaricia de Disney, el nuevo boss que ha descubierto en el universo de George Lucas una mina de dólares. No obstante, si rodaran una entrega por mes, igual los fanáticos seguirían el destino de la soap opera más exitosa de la historia.

Para los entendidos en el tema, pocas cosas de Star Wars encandilan más que sus villanos. Con el astuto Emperador Palpatine y el poderoso Darth Vader, a los héroes solo les quedaba cumplir con su tarea de salvar el día sin nada más interesante que aportar. El Episodio VIII, por su parte, nos presenta al nuevo paladín del lado oscuro, Kylo Ren (Adam Driver). Este personaje parece reunir todos los requisitos para ser un villano recordable: la fuerza en él es intensa, es hábil con el sable de luz, usa máscara, mató a su padre a sangre fría… sin embargo, decepciona. Por lo que se nos ha mostrado hasta ahora, parece más un adolescente propenso a los berrinches que el heredero del manto de Vader. Es torpe, impulsivo y no muy perspicaz, defectos que ni el Anakin de las precuelas desarrolló con tanta naturalidad.

Aunque los cabos sueltos son parte de la naturaleza de este tipo de filmes, al Episodio VIII se les deslizaron unos cuantos importantes. Por ejemplo, Snoke. El personaje resultaba una incógnita desde su aparición en El Despertar de la Fuerza, pero así como vino se fue, y lo peor, a mitad de película. Al parecer los guionistas sacrificaron su desarrollo en pos de engrandecer la figura de Kylo Ren. El desfigurado Snoke pasó sin penas ni glorias, tan lleno de misterios como cuando llegó y sin la más mínima esperanza de ser vuelto a tomar en cuenta.

El otro gran cabo suelto fue Rey (Daisy Ridley). Aunque se jugó con la idea de conocer sus orígenes, al final, repentinamente, la protagonista echó a un lado su curiosidad y se fue a salvar la galaxia. Hay fe –sé que la hay- en que en el próximo episodio está cuestión se aclarará, quizás a la manera de El Imperio Contraataca y su mítica línea de: “Luke, yo soy tu padre”.

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Aunque es merecedora de críticas, no es necesario agarrarse del clavo caliente de los efectos especiales para salvar a esta película. Las espectaculares escenas computarizadas, en la industria cinematográfica norteamericana, son una variable a despreciar si de comparar se trata. Es lógico, cada año los efectos especiales serán más y más despampanantes; así que es injusto equiparar Los Últimos Jedi con cualquier otra entrega de la saga bajo este argumento. No obstante, si algo positivo tuvo el Episodio VIII fue el haber superado el fiasco de El Despertar de la Fuerza, la cual, en su intento de evocar nostalgias por Una Nueva Esperanza, no logró más que un innecesario remake.

Tampoco soy del criterio de que el tono jocoso de esta película haya empañado el resto de su dramaturgia. Más bien resulta refrescante, y hasta necesario, ante tantos altos y bajos en la trama. Quizás si los chistes hubiesen llegado de la mano de 3CPO y R2-D2 nadie se fijaría en el “exceso de gracia”, pero –mala suerte- la entrañable pareja apenas suma 10 escenas en 152 minutos de metraje. Seamos indulgentes y asumamos de una vez que Han Solo ha muerto.

El argumento del filme, reconozco, me atrapó en ciertos momentos. Su solidez se debe a la tensión ocasionada por los giros repentinos de la trama: la derrota de los rebeldes, la desesperanza de Luke y las dudas de Rey y Kylo Ren. Pero, como en los cuentos de hadas, todo toma su clásico rumbo en el desenlace y las fronteras entre el bien y el mal se delimitan con marcadores fosforescentes para decirnos que el próximo episodio tendrá el final que todos esperamos. Realmente, lo que espero es equivocarme.

Para mi sorpresa, no fue de Rey ni de Kylo Ren la película. No. Fue de Luke (Mark Hamill), el mejor Luke de todos, el que abandona su condición de Jedi para abrazar su lado más humano. He aquí el gran acierto del filme. Por primera vez vemos a un héroe de antaño caído, falible, destrozado por su naturaleza imperfecta. El poderosos Luke Skywalker no se debate ya entre la luz y el lado oscuro, sino entre el miedo y la confianza, la culpa y el perdón. Su sacrificio final resultó, quizás, su mayor acto de heroísmo.

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Ahora, solo queda esperar por el siguiente episodio, o blockbuster, o spinn off, o lo que decida Disney. Rumores hay decenas. Por mi parte, esperaré unos días para, con más calma, volver a disfrutar de Los Últimos Jedi. Para el próximo año o finales de este 2018, de seguro vendrá otra película; y los críticos volverán a afilarse las uñas, los neófitos prepararán sus alabanzas y los fanáticos sus caras largas. Yo solo pido una cosa, y es que al siguiente director, sea quien sea, la fuerza lo acompañe.

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