SEMBLANZA: Lo que no le perdono a Enrique

SEMBLANZA: Lo que no le perdono a Enrique
Fecha de publicación: 
29 Noviembre 2017
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Me consuelo en la idea de que todos los periodistas tienen una lista de entrevistados que no fueron. También imagino que esto da pie a las elucubraciones más o menos prolíferas de los que nos soñamos literatos. En el frustrado empeño de cercanía le inventamos características y matices a la conversación que únicamente existieron en la cabeza del que no fue entrevistador.

En mi lista, por supuesto, está Enrique Núñez Rodríguez. Vino a Sagua por última vez cuando yo estudiaba y tuve que conformarme (¡feliz conformidad!) con sus memorias, un libro de tapa gris que perdí y donde se hallaba su feliz sonrisa, incluida la caricatura donde cubre su desnudez apenas con una corbata.

Enrique había nacido aquí al lado, en Quemado de Güines, el 13 de mayo de 1923. Sus crónicas dejan entrever la «tirria» que tenían los quemadenses a Sagua por ser jurisdicción, mientras Quemado apenas era término municipal.

Partió a La Habana y allí, aparte de abogado, se hizo militante del Partido Socialista Popular y del Partido Ortodoxo, además de ser colaborador del Movimiento 26 de Julio durante la tiranía batistiana.

De su sonrisa, tan auténtica como las palmas reales, dijo Abel Prieto: «... y lleva esa sonrisa lo mismo a la Asamblea Nacional que al estadio del Cerro, y se pone un pulóver de Villa Clara en 26 o una guayabera o un traje, cuello y corbata, o un disfraz de pelotero, y siempre está cómodo, suave, relajado podría decirse...»

Otros dicen que tenía el carisma a flor de piel, que era ese tipo de persona con la que siempre te ríes, hasta en los momentos serios, porque este escritor (para suerte nuestra porque los escritores no mueren), guionista de radio y televisión, pero por sobre todo, humorista, se preocupó por vivir a plenitud en todos los momentos de su vida.

Hay gente que nace una vez para todas las generaciones, así lo creo. Núñez Rodríguez, el autor de Dios te salve, comisario, aportó tanto, que no sería lícito obviarlo cuando se cumplen quince años de su partida física.

Su comedia Gracias, doctor recibió en 1959 primera mención en el Premio Luis de Soto. Pero fueron muchas otras las piezas teatrales que salieron de su pluma para engrosar la colección del mejor teatro vernáculo, entre ellas El bravo y Voy abajo; otras comedias como Sí, señor juez y La sirvienta, especialmente escritas para la televisión.

Ganó la distinción de Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba, la Réplica del Machete de Máximo Gómez, los Premios Nacional de Periodismo José Martí, del Humor y el Premio Nacional de la Radio, así como un sinnúmero de importantes condecoraciones.

Un día dijo: «No estoy seguro de que mi obra trascienda. No pienso que al cabo de 50 años alguien se acuerde de mí. Pero me gustaría que algún nieto, bisnieto o tataranieto hiciera una obra y que algún periodista, desempolvando los archivos, se diera cuenta de que ese muchacho es descendiente mío».

Enrique Núñez Rodríguez falleció a la edad de 79 años, el 28 de noviembre del 2002, víctima de cáncer. Pero nos dejó una extensa y relevante obra como creador. Por eso lo único que no le perdono es ser quemadense; en ese orgullo de aldea, lo quería sagüero como Robau, Lam o Víctor.

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