Osvaldo Doimeadiós: Pulsando esencias (+ Video)

Osvaldo Doimeadiós: Pulsando esencias (+ Video)
Fecha de publicación: 
8 Noviembre 2017
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Osvaldo Doimeadiós, luego de casi dos horas y media respondiendo las inquietudes de los lectores de CubaSí, aún tenía ideas interesantes en su tanque de respuestas:

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¿Si le pidiera que, en pocas palabras, me dijera el significado que para usted tienen el humor, el teatro y el cine?

«Para mí el humor es una posibilidad mágica de intercambiar con el espectador y de sentir el goce en uno mismo. El humor crea ligaduras, armonía. Ha sido un vehículo en mi vida para llegar a los demás, para derribar fronteras y esquemas.

«Ese componente del humor ha estado presente desde siempre en el teatro, pues forma parte de mi equipaje, por ende, entra dentro de la identidad de algunos de los personajes que he interpretado en el teatro, el cine y la televisión. No quisiera desdeñarlo, pues en ocasiones la gente quiere borrar una imagen para evitar que esto no me contamine lo otro.

«Los géneros químicamente puros o establecidos y sus fronteras se han ido desdibujando. Las personas estamos hechas de muchas fibras, hebras de muchos colores. A la hora de hacer un personaje, uno establece como un telar, donde va escogiendo hebras o matices, porque es reflejo de cómo somos en la vida. Se trata de compensar una cosa con la otra y saber situar en cada personaje y cada medio cada cosa en su momento. Es como la composición de un cuadro de un pintor, que sabe aprovechar contrastes, luces y sombras».

En esa cuerda de matices, ¿cómo empata su vida actoral con esas otras facetas de escritor y director?

«La escritura, que no es quizás mi fuerte; los guiones de humor, que es básicamente lo que he escrito, pues no he escrito otras cosas con pretensiones serias de publicación, han sido para la escena, espectáculos unipersonales, monólogos, obras en las que he participado junto a otros actores… lo he hecho con la necesidad del que escribe algo porque se le ocurrió y no ha encontrado a otra persona para hacerlo.

«Me nace como necesidad, pero carezco del rigor de quienes poseen ese hábito, lo cual me gustaría tener un poco más. Igual me ha sucedido en el plano de la dirección. El no tener a mano un director a quien traducirle mis ideas me llevó a hacerlo. De ese terreno, lo que más me interesa es la dirección de arte, algo que considero necesario y útil en cualquier medio y latitud.

«Veo la dirección como el actor que se monta en el personaje de que va a dirigir, pero luego me salgo y regreso a la actuación, que es lo que más me cautiva. El hacer esas cosas lo veo casi como un juego, porque la actuación tiene una dosis de eso. A veces no hay necesidad de tomarse las cosas de una manera tan híper seria».

¿Cuánto de peso hay en ese juego teatral en su alianza de casi 15 años con Carlos Díaz y El Público?

«Hay muchísimo. Carlos justamente ve el teatro como una gran fiesta. Una de ruptura de lo solemne, algo que para mí ha sido fundamental en estos 15 años. Con él he tenido la posibilidad de hacer los personajes más trascendentales de mi carrera, pero asumiéndolos con la tranquilidad con la que Carlos asume cada trabajo, con su manera de reinventarse cada día, de reinventar cada proceso, de fascinar al público…

«Carlos tiene la agudeza de saber qué se mueve a nivel social, de saber devolverlo en imágenes al espectador. Él ha sido eso, el respeto, la indagación, pero también la ruptura y transgresión, de las que siempre se habla, pasan por concebir el teatro y la actuación como una gran fiesta, y eso es muy importante para nosotros los cubanos».

En una Cuba tan versátil, ¿qué visión tiene de la censura y la autocensura desde su perspectiva como actor?

«Creo que todos, en algún momento, hemos padecido la censura. Hay varios tipos de censura, aunque no justifico ninguna. Yo creo que alguien debe mirar desde afuera lo que artísticamente no sea eficaz para hacerse, aunque esto sea discutible y obedezca a gustos y maneras de pensar. Lo que detesto de la censura es cuando la ejercen personas que no tienen ningún tipo de preparación.

«Trato de no autocensurarme, aunque la experiencia y los años de vida te van dando también maneras de ir articulando un discurso. Todos los mensajes pueden enviarse a partir del arte. Como esfera, el arte está para hacer preguntas, cuestionamientos incómodos y, por supuesto, para recibir respuestas incómodas. El arte está también concebido para dialogar con lo social.
Yo trato de no desdeñar la sátira social como hija o componente legítimo del humor, y porque nos asiste una actitud política hacia la vida, en cuanto a participación en el debate social y en los procesos culturales que, como ser humano y país, se viven. Eso es lo que trato de vindicar con mi trabajo, actitud, y lo llevo al diálogo con esos otros segmentos de la sociedad que en ocasiones cuestionan. Todos no tenemos por qué pensar de la misma manera».

Versatilidad, facetas… háblenos de su experiencia como profesor de la Escuela Nacional de Arte y en la formación de su hija Andrea.

«La versatilidad es algo que nos asiste como nación. Los cubanos tenemos que reinventarnos en muchísimas otras cosas. Admito que soy un disparate en esas vertientes. La versatilidad la he tenido que canalizar a través del arte, el teatro, otros medios. Por naturaleza, somos versátiles, y siempre les digo a mis alumnos que nuestras madres son operáticas, pues siempre las vemos cocinando, lavando, trabajando, cantando… de momento se ríen, les brota una lágrima; pasan de palo pa'rumba, como decimos en buen cubano.

«A veces hay que detenerse a observar cómo somos para luego interiorizar muchas cosas que desde la escena uno tiene que armar a través de nosotros mismos. La familia es uno de los mejores modelos que existen, y a mis estudiantes siempre les recomiendo eso: que observen mucho, que lean y vivan mucho, porque esa conciencia del entorno es algo que hay que llevar al escenario.

«La docencia me gusta considerablemente. Desde muy joven lo hice en el Instituto Superior de Arte. Comencé junto a Armando Suárez del Villar, con los estudiantes de canto lírico. Luego, indistintamente, he impartido cursos y talleres, cosas muy dirigidas. Hace algunos años me vinculé a la Escuela Nacional de Teatro e imparto clases con Fernando Echevarría, Carlos Díaz y, por lo general, trabajamos con los muchachos del último curso.

«Trabajar con personas muy jóvenes te abre la perspectiva de lo que viene detrás, de cómo ellos ven la vida y lo que quieren. Eso te obliga a reinventarte, leer más cada día. En la actuación, el actor va tomando decisiones.

«Igualmente lo veo como responsabilidad. Martí decía que todo hombre, al venir a la tierra, tiene derecho a que se le eduque y después, en pago, contribuir a la educación de los demás. Esa es nuestra manera de tributar y transmitir esos conocimientos al que viene detrás…

«En mi caso y en mi casa, mi hija mayor decidió ser actriz. Si no hubiese tenido talento, no la hubiese dejado que estudiara. Fue una de mis alumnas en esos años, por eso a mis alumnos los veo como a mis hijos y esa es una forma de armonizar con ellos, entenderlos, guiarlos y ofrecerles herramientas para que estén preparados para enfrentar cualquier medio.

«Antes las fronteras entre cada medio eran mucho más marcadas. Hoy ese panorama ha cambiado bastante. Creo que los actores y actrices jóvenes tienen que estar preparados para lo que venga. Hoy estamos necesitados de directores jóvenes que estén prestos a transformar ese panorama. Ese es uno de los problemas que presentamos. Creo que en los últimos años han salido jóvenes con muchísimo talento, responsables del audiovisual, del teatro, y esa es la garantía de continuidad que tenemos. Hay que poner toda la energía en función de esa continuidad».

Alumnos, hijos, familia. ¿Qué peso le confiere a esta última?

«Un peso crucial. Mi familia es esencial para mi vida y tanto como mi vocación, se condicionan una a otra. Sin esas dos cosas y sin Cuba, yo no tendría sentido, mi vida tampoco».

¿Es Cuba ese nicho de realización profesional?

«Sí. He tratado de articular mi carrera y mi vocación en este país. Creo que he trabajado como 150 años, así lo siento. Pero he podido darme ese lujo, que seguramente en otras partes del mundo no hubiese sido posible lograr. Lo he hecho con muchísimas limitaciones, como todos sabemos, pues la calidad de vida de muchísimas cosas materiales es baja. Todo lo he condicionado a mi vocación y me siento bien por ello».

¿Holguín?

«La tierra donde nací, crecí, me educaron mis padres y mis maestros. Un lugar por el que siento mucho afecto. Allí tengo familia, amigos; di mis primeros pasos actuando en la radio. Con Idalberto Betancourt hice mis primeros trabajos en el teatro.

«Hay muchas personas ligadas a mi formación que todavía están allí, y a los cuales admiro y venero».

¿Una palabra que lo defina?

«Trabajo».

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