MIRAR(NOS): Sigue tocando

MIRAR(NOS): Sigue tocando
Fecha de publicación: 
20 Octubre 2017
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No tengo que tener dotes de adivina para saber que usted posee un sueño. No me lo cuente. Piense en él mientras lee. Ahí ha estado casi estático sin que nadie haya movido un dedo para hacerlo sentir el disfrute de su materialización.

No obstante siglos y siglos han pasado, encuentra el consuelo en la idea de que hay asuntos que nos tocan únicamente a nosotros. Las ocasiones cuando a pesar de Ud mismo ha tenido que levantarse para empujar el Sol o se ha construido una luz artificial para iluminar su jornada más gris. ¿Le suena? Siga leyendo.

Ya sé que la última vez que revisó, seguir esta columna tampoco ha ayudado (ni siquiera un milímetro) para sentir la satisfacción del sueño cumplido.

Tengo una amiga, una prima, una vecina y hasta una compañera de trabajo que pensaban en sus primeras relaciones sentimentales (las oficialmente reconocidas) como las del cuento “y vivieron felices por siempre.”

Apostaron mucho, dejaron la piel en los intentos siempre válidos de que las cosas funcionaran y ahora, algún tiempo después de aquellos inicios, emprenden con la tranquilidad pasmosa de quien confecciona un cohete de papel, otras relaciones.

¡Cómo si fuera tan fácil volver a desnudar alma y cuerpo! Pasa que la gente se toma a la ligera las relaciones, buscan un compañero sí pero una llama encendida es más complicada, más difícil de hallar. Los años pasan y quizás la conformidad le llegue en el pretexto de que otros están peor, de que el amor no lo es todo (¿entonces qué lo es?) y la tranquilidad es mejor que nada.

Ayyy ¡me exasperan los que claudican! Porque sigo creyendo que perseverar si bien es complejísimo no va a ser lo más complicado del universo. Si así fuera todos bajarían los brazos y nadie entendería ya el significado de la palabra intento.

Hacer lo mejor que se pueda no puede ser la justificación para dejar las cosas en status quo. Siempre se puede hacer más aunque sea con menos, aunque sea con mucho.

Coincidir no es tan casual como una lluvia de estrellas. A veces hay que empujar al Sol, se lo dije arriba ¿recuerda? No tenga miedo y destierre las dudas. Sustitúyalas por la osadía. Si al final concreta su sueño, segura estoy, habrá valido la pena no bajar los brazos.

Recuerdo ahora la historia de un padre que llevó a su pequeño de aproximadamente 7 años al concierto de un afamado pianista. A punto de comenzar el concierto y en un descuido, el niño escapó de su asiento y ante la mirada atónita de su padre y de los otros más de mil espectadores, el niño comenzó a tocar una melodía desafinada.

Inmediatamente la multitud comenzó a gritar desenfrenadamente para que sacaran al niño del escenario. Tras bambalinas, el pianista que se percató del hecho salió y llegando hasta el piano comenzó a tocar por detrás del niño una contramelodía.

Mientras lo hacía, susurraba: “Sigue tocando”. Cuando terminaron de tocar, el público ya no vociferaba; puesto de pie aplaudía la magistral pieza que acababan de tocar el afamado artista y el pequeño e inexperto niñito que había subido al escenario.

Desconozco si esta historia tiene algún basamento real. Sin embargo, cobró un especial significado para mí por la verdad que enseña. Alguna vez o ahora mismo fuimos ese niñito. Subimos sin temor al escenario y comenzamos a tocar algo muy alejado de ser una melodía. El público la emprendió en nuestra contra y aún así seguimos tocando. Es entonces cuando llega el afamado pianista, toca una contramelodía y empieza a tener algún valor lo que habíamos estado haciendo.

El afamado pianista es el orden cósmico, ese que se encarga, más temprano que tarde, de poner las cosas en su sitio.

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