NYTimes: Sonidos misteriosos y enfermedades siniestras como herramientas políticas

NYTimes: Sonidos misteriosos y enfermedades siniestras como herramientas políticas
Fecha de publicación: 
12 Octubre 2017
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Por tanto, no es un secreto que su administración comience a hacerlo y que para ello retire a la mayoría de los empleados de la embajada de los Estados Unidos en La Habana.

Pero una parte de la justificación para dicho movimiento —informes sobre empleados de la embajada siendo víctimas de un ataque acústico que les causó daños físicos— encaja con un patrón inquietante. Esto es sólo el más reciente ejemplo sobre la manera en que el Sr. Trump ha intentado emplear una serie de amenazas vagas, sin especificar, para inspirar temor y así avanzar con su agenda política.

La AP informó el pasado 10 de agosto que empleados del Departamento de Estado habían sido blancos de dichos ataques. Según la vocera Heather Nauert, los ataques provocaron “una variedad de síntomas”. Se informó también que para ese entonces el Departamento de Estado había tomado represalias y expulsado a dos diplomáticos cubanos de los Estados Unidos el 23 de mayo.

Desde entonces, la mayoría de los debates noticiosos sobre el incidente versan sobre cuestiones técnicas de armas acústicas. Muy pocos artículos citan a expertos que sean escépticos, para decirlo con suavidad, pero la mayoría sí han aceptado y reiterado la explicación que ha dado el Departamento de Estado.

Lo cierto es que esa arma acústica que podría causar tales daños y la pérdida persistente de memoria que el Departamento de Estado afirma haber encontrado en sus funcionarios no existe, según expertos en el tema. “Nada tiene sentido en esta historia,” confesó para Wired (N.T. Nombre de una Revista) el director de mercadotecnia de una firma que fabrica dispositivos acústicos. Imaginar que se hayan fabricado secretamente dichas armas y que también, secretamente, las hayan colocado cerca de la embajada es en verdad alucinante por una serie de razones técnicas y logísticas.

El sitio web para la verificación de hechos Snopes.com brindó una reseña de datos científicos sobre sonidos y armas acústicas, y concluyó que sería falso asegurar que dichas armas son las responsables de lo sucedido a los diplomáticos estadounidenses en Cuba. Aún así, esta situación no ha parado los rumores sobre el armamento acústico. La prensa continúa amplificando la historia y la administración de Trump ha mantenido su narrativa, inclusive emitiendo una Alerta de Viaje hacia Cuba que se basa en los “ataques específicos” que tuvieron como objetivo a los empleados de la embajada.

La explicación del Departamento de Estado —ese sonido se utilizó para enfermar a las personas— está perfectamente hecha para asustarnos. Encaja a la perfección con la manera ya establecida en que los humanos tienden a asociar los sonidos y la enfermedad con las amenazas secretas, inescrutables. El Sr. Trump, como candidato y presidente, ha sabido explotar continuamente el temor a amenazas vagamente definidas como justificación a políticas y políticos.

Esto no quiere decir que no haya existido ataque alguno —es posible que hayan estado expuestos a algún elemento químico, por ejemplo. Sin embargo, no sólo es desconocida su causa (si hay alguna), sino que no se ha probado o mostrado evidencia alguna sobre un ataque deliberado.

El sonido, además de ser materia física, muchas veces es descrito como algo intangible, sencillamente porque no se ve. Recelamos del sonido porque es invisible (consideremos el misterio de escuchar a vecinos escandalosos pero que no estamos seguros de que puedan estar haciendo realmente; consideremos el significado del término “rumores”), así como nos sentimos atraídos por su misterio. Aún cuando el sonido se puede medir, solemos experimentarlo como algo espectral, como algo que va más allá de nuestra comprensión racional.

Y así, es el motivo perfecto para un astuto enemigo al estilo de la Guerra Fría, que está ahí afuera, haciendo algo que no vemos, aún cuando parece que nunca lo podremos descifrar.

El Sr. Trump explota las ideas de las personas sobre el sonido en un modo similar al que explota la enfermedad, para significar una amenaza oculta e incomprensible a la nación. Como mismo ha hecho con este no demostrable ataque acústico que desencadenó daños a la salud, el Sr. Trump también ha recurrido a la enfermedad en políticos —y de esa manera muestra a sus oponentes como débiles, enfermos y neuróticos.

Él no inventó esta táctica política. Pero no ha dudado en abrazar este enfoque. El Sr. Trump y su campaña promovieron los rumores de que Hillary Clinton guardaba un secreto, la enfermedad degenerativa del Parkinson, la cual, de hacerse pública, haría que la mayoría de los estadounidenses la consideraran no apta para la presidencia. Ciertamente, dichas insinuaciones fueron más poderosas precisamente cuando nada se había revelado y cuando los rumores llenaban el vacío. La cobertura de los medios sobre estas acusaciones solían centrarse en ejemplos históricos de candidatos presidenciales, o presidentes enfermos, en vez de enfocarse en cómo el Sr. Trump de manera deliberada jugaba con los temores sobre enfermedades —que es, mezclar la enfermedad con la política. En este caso, el Sr. Trump no inventó la historia de los ataques (evidentemente algo sucedió en la embajada), pero sí se ha aferrado a los vagos elementos para así encender las alarmas lo suficientemente desconcertantes para que se apoye cualquier medida que él desee tomar en represalia.

Este patrón sugiere que los Estados Unidos se sienten amenazados por confusos e indescriptibles peligros —enfermedades secretas, sonidos misteriosos— y crean una atmósfera política casi deprimente en sus efectos. Hay muchas cosas que aún no conocemos sobre lo sucedido en Cuba. Sin embargo, el patrón le viene de maravillas al Sr. Trump: subir el volumen sobre una historia ficticia y atemorizante y lo vincula a un deseado cambio de política de una manera que lo justifique. No deberíamos creerlo.

Traducido por Sergio A. Paneque Diaz // CubaSi Translation Staff

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