CRÍTICA DE CINE: Elysium

CRÍTICA DE CINE: Elysium
Fecha de publicación: 
3 Octubre 2017
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La premisa de Elysium parte de una realidad que no es demasiado ficcionada. La tierra está súper poblada —¿acaso ya no lo está?— y unos cuantos se han construido un mundo aparte, donde no llegan el hambre y la pobreza. ¿Esto no se les parece demasiado a cómo funciona el mundo en estos días?

Lo único diferente de Elysium (2013) es que los millonarios se han ido a vivir fuera de la Tierra. Habitan una inmensa nave espacial que da nombre a la película. Probablemente, el nombre lo saque esta nave de los Campos Elíseos, que es una de las denominaciones que recibía la parte paradisíaca del Inframundo. En los Campos Elíseos los hombres pasaban la Eternidad en una existencia despreocupada y feliz; vivían llenos de riquezas y lujos, mientras otras personas en el Inframundo estaban sufriendo tormentos destinados a ser eternos.

Tanto en el Hades como en la cinta la premisa se mantiene: la lista de los afortunados y la de los que no lo son es inamovible. En Elysium (2013), los seres humanos que viven en La Tierra no tienen más esperanza de cruzar los cielos que la de un emigrante indocumentado de volverse millonario en un país del primer mundo.

Aunque con una premisa como esta se hubieran podido lograr grandes aciertos, Neill Blomkamp no aprovecha la oportunidad. Desecha el protagónico de Matt Damon en un personaje tan, pero tan plano, que uno termina pensando que interpreta a un subnormal con mala suerte. Sí, porque todo el mundo golpea a Matt Damon. Desde droides hasta muchachos; todos se meten con él.

El espectador tiene en todo momento la esperanza de que él comience a defenderse, pero ahí viene una de las tantas incongruencias del filme: si en un principio queda claro que Damon no sabe cómo defenderse, en los minutos finales de la película realiza proyecciones de kárate y derribos de judo. Chico, si de verdad sabías cómo hacer un ura nage o un tani otoshi, ¿por qué no lo hiciste antes en la película? Falta sí te hizo. En fin.

El argumento cojea en tantos sitios, que no sé ni por dónde empezar. Los personajes son tan sosos, que el filme resulta demasiado inocente, tan infantil como si hubiera sido ideado por un niño.

El director de origen africano Neill Blomkamp logró en el año 2009 hacerse de un nombre con Distrito 9, una cinta con un ágil ritmo narrativo que poseía, además, una ambientación muy lograda. Pero el resto de su cinematografía no ha resultado a esta altura. No creo que Distrito 10, que saldrá el año que viene, logre un cambio. Habrá que esperar a verlo.

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