El Casino pide pista
especiales
La vida que escogió, signada por la música y el baile de casino, hace que la mayoría de sus días se extiendan hasta mucho después de la medianoche. Juan Gómez Barranco, más conocido en los círculos de casineros de Cuba y allende sus mares como “Juanito el Abuelo”, no aparenta la edad que tiene. Solo cuando te afirma ser uno de aquellos muchachos fundadores del popular estilo de baile, allá por los finales de los años 50 del pasado siglo, la aritmética te obliga a preguntarle y confirmar que ya sobrepasó la barrera de las siete décadas de existencia.
Las preocupaciones y, sobre todo, las ocupaciones, muchas veces le roban el sueño, pero no lo vencen del todo, porque vive convencido de que es legítimo y necesario su empeño por abrir pista a los bailadores en Cuba, que le siguen fielmente como a flautista de Hamelín.
“Mi mayor satisfacción es ver llenos los lugares que hoy hemos ido consolidando para los casineros cubanos y extranjeros aquí en la capital. Todo de manera espontánea, tal y como fue en los finales de los cincuenta del siglo pasado, sin que nadie nos dijera qué teníamos que hacer, dónde teníamos que reunirnos, o de qué manera bailar”.
Eran los años cincuenta…
De la mano de Juanito Gómez recorremos entonces una historia que nadie como él puede contar, porque la vivió, porque la vive, porque la ha estudiado y, sobre todo, porque la ha concientizado, del mismo modo que hace más de una década se dio a la tarea de reunir y organizar a los “fundadores”, aquellos muchachones y muchachonas que dieron los primeros pasos en el Casino Deportivo de La Habana, hoy la Casa Central del Minint Cristino Naranjo, en la avenida primera y calle ocho, en Miramar.
“Fue allí y no en otro lugar –recuerda– donde se formó la primera rueda, la Rueda del Casino, le decían, y con el tiempo terminó siendo la rueda de casino. He leído y escuchado a prestigiosos compañeros y compañeras que, al hurgar en esta historia, hablan de la orquesta Casino o del Casino de la Playa para intentar encontrar el nacimiento del nombre de nuestro baile. Nada más lejos de la realidad.
“Fue en el Casino Deportivo, allá por los años 1957 y 58 donde, influenciados por los ritmos de moda entonces, el son, el chachachá y el rock & roll, en lo fundamental, aunque no descarto otras influencias, que dimos los primeros pasos e hicimos las primeras maniobras de soltarnos e intercambiar las parejas, insisto, de manera natural, sin que nadie pueda decir hoy: yo inventé aquello, esto, o lo otro.
Juanito es concluyente en este aspecto, porque como sucede en tales casos, hay quienes pretenden –algunos fuera de Cuba– adjudicarse una historia que no les pertenece.
“Ninguno de nosotros tenía conciencia de ser fundadores o inventores de algo, lo nuestro era bailar, divertirnos, y así fuimos inventándonos los primeros pasos y las vueltas del casino y la rueda. Si a mí me gustaba una muchacha que estaba bailando con otro amigo, yo le decía “dámela”, y así intercambiábamos las parejas.
Es el triunfo de la Revolución, como en muchas otras cosas de la vida en Cuba, lo que da el impulso al auge y expansión de este estilo de baile por toda la isla, en la medida en que aquellos clubes exclusivos para blancos y ricos se fueron convirtiendo en los círculos sociales obreros, donde disfrutaban por igual todas las familias cubanas.
Uno de los ejemplos más reconocidos y recordados es la Rueda del Oso, en el Círculo Patricio Lumumba, en la Playa de Marianao. Joaquín Roche, el mítico “oso”, al que muchos creen desaparecido o emigrado, aún sigue bailando cada jueves en los Jardines del restaurante 1830, como parte de la rueda de los fundadores que dirige Juanito Gómez:
“Fue una época fundacional en todo sentido –recuerda el Abuelo–. A La Habana llegaban jóvenes de toda Cuba, y se iban a bailar al Casino Deportivo y a otros clubes ya nacionalizados. Estaban, por ejemplo, las “Ana Betancourt”, eso lo tengo clarito; recuerdo a aquellas muchachas que venían a estudiar corte y costura, y algunas otras técnicas domésticas, pero recibían clases de lectura, de escritura, y se iban incorporando a la vida cultural, se iban metiendo en esta manera de divertirse que teníamos nosotros.
“Igualmente sucedía con nuestra participación en trabajos voluntarios y otras tareas de la Revolución. Cuántas veces estuvimos movilizados en zafras completas, en la Campaña de
Alfabetización… Así se va expandiendo el casino. O sea, venían los jóvenes a La Habana y los habaneros nos íbamos a cumplir tareas por todo el país. Yo, por ejemplo, siendo todavía, como se dice, un vejigo, me llevé a la alfabetización el baile que me gustaba, y cuando llegué allí, fui un foco. En el medio de un batey, en un lugar lejos de la civilización a donde fui a alfabetizar, cuando se ponía música, yo bailaba lo que sabía: casino, y empecé a influir en la gente, que se daba cuenta de que ahí había un fenómeno diferente.
“En ese intercambio es que el casino crece, como si fuera una explosión, en todas partes. Y en unos pocos años, ya en los sesenta, a cualquier lugar que tú llegaras, ya veías a la gente bailando casino. Toda Cuba bailaba al ritmo de las orquestas más populares como el Conjunto Casino, el de Roberto Faz, Chapotín y Rumbabana, entre otras muchas”, afirma Juanito.
Pista y música para el baile popular
Juanito el Abuelo puede hablar horas y horas sobre el casino, su posterior desarrollo y los más reconocidos bailadores, como el caso de Rosendo, su compañero en el Ballet de la Televisión. En esta materia es una enciclopedia viva. Mas no se ufana de ello. Nunca ha escrito un libro, pero le sobran conocimientos para impartir conferencias sobre lo que ha vivido todo este tiempo. La semana pasada, ante un grupo de norteamericanos interesados por esta historia, habló casi tres horas, interrumpido solo por las preguntas ansiosas de sus interlocutores. Hubo lágrimas y emociones compartidas, porque también el baile une a cubanos y estadounidenses.
«Mi mayor satisfacción es ver llenos los lugares que hoy hemos ido consolidando para los casineros».
Pero más allá de lo meramente histórico, es el presente y el futuro del baile popular lo que más preocupa a Juanito Gómez. Sus reflexiones al respecto encierran un SOS que, a veces, parece no ser lo suficientemente percibido.
“Mira, yo hasta me siento culpable por un fenómeno que hoy amenaza al baile popular en Cuba. Junto a mi hermano Jorge Gómez y otros compañeros que fundamos el Grupo Moncada, fuimos de los primeros, allá por los ochenta, en llenar con miles de jóvenes una plaza tan enorme como la escalinata de la Universidad de La Habana, de cuyos conciertos yo era el organizador. Recuerdo, como si fuera hoy, cuando Augusto, nuestro cantante, comenzó a pedir al público que levantara las manos para acompañar nuestras canciones, en medio de aquel proceso tremendo de comunicación que se producía.
“Ahora, sin embargo, la costumbre se ha extendido a nuestros principales cantantes y grupos de música de la llamada bailable, y ahí se produce la gran contradicción con los seguidores del casino. ¿Cómo van a bailar y a hacer la rueda, si constantemente les piden que levanten las manos, muevan la cintura o den pasos para acá o para allá?
“Peor aún, en los grandes conciertos masivos de las mejores orquestas del país, incluso en un lugar tan emblemático para bailadores como los Jardines de La Tropical, se ha reducido a cero la pista de baile, porque la gente se aglomera junto a la tarima para ver más de cerca “el espectáculo” que es la orquesta en sí misma. El que quiera bailar casino, o sobre todo la rueda, debe inventarse un lugar lejos de los músicos y del montón de gente…
“Igual sucede con temas musicales que pueden durar hasta diez minutos sin parar, con lo cual el bailador no tiene tiempo para descansar, para agarrar un aire, para cambiar de pareja. Eso ya no se tiene en cuenta por alguna de esas orquestas que, en una noche, hacen solo cinco o seis temas excesivamente largos, con los cuales cumplen el tiempo de actuación que tienen pactado.
“Es un fenómeno que tal parece que nadie advierte, pero que está acabando con la tradición del baile popular en Cuba y del casino, en particular.
“Lo he conversado con muchos amigos músicos, con la gente que organiza estos “bailables”, y en general coinciden conmigo, como es el caso del maestro Adalberto Álvarez, pero no veo ninguna solución. Yo no me voy a cansar de decirlo y de exigir en nuestros espacios lo que creo correcto. No recuerdo jamás haber visto a Benny Moré, a Chapotín, y a otros grandes, decirle al público que dejara de bailar para levantar manos o hacer pasillos inventados en el momento. Nuestras principales orquestas actuales como Van Van, por situar un solo ejemplo, jamás necesitaron de eso para que los bailadores salieran a la pista desde los primeros hasta los últimos acordes…“
Juanito tiene mil explicaciones del porqué se ha llegado a la situación actual: “cosas de la moda, muchos de estos músicos no tocan para los bailadores, sino para exhibirse sí mismos; cosas de los lugares donde se paga la entrada y los músicos cobran por la cantidad de boletos vendidos, en detrimento de espacio para el baile…”. Pero nada le convence.
En casa del trompo…
Como resuelve todo en su vida, el Abuelo no se queda de brazos cruzados y hace lo que está a su alcance para que el casino se mantenga vivo. Sus esfuerzos no son en vano, le llevan tiempo y salud, pero al final, muchas veces se sale con la suya. En otras ocasiones, choca con burocracia e incomprensiones, pero también le sirve de experiencia.
“Durante un buen tiempo nos dimos a la tarea de organizar el círculo de fundadores del casino y la rueda. Hoy aspiramos a constituir la asociación de bailadores de casino con el objetivo de protegerlo, rescatar su historia y dar seguimiento a sus actuales tendencias. Hasta el momento, no encontramos oídos receptivos que nos permitan oficializarla y tener, al menos, una sede.
“Yo sé que el danzón es reconocido como el baile nacional cubano, pero el casino es, sin dudas, el más popular de las últimas seis décadas. Ponga usted cualquier música bailable en cualquier fiesta en esta isla, y yo le aseguro que la mayoría de la gente, jóvenes y viejos, salen a bailar casino y la rueda, lo demás es paisaje, modas que llegan y se van, pero el casino se queda. Y puedo decir con orgullo que en el mundo entero se multiplica. Baste escribir en el Google “rueda de casino” y usted verá miles y miles de sitios de todas las latitudes, lugares impensables, por lo lejanos geográfica y culturalmente de Cuba, donde hay escuelas, academias, bailadores, clubes de casineros…
“Mantenemos contacto con gran cantidad de esos amigos, entre ellos muchos cubanos que viven fuera y que han hecho del baile su razón de existir. Crece el número de esas escuelas que vienen semanalmente a La Habana, a nuestras citas en el 1830, como decimos, a bailar en casa del trompo. Aunque lo hemos intentado varias veces y no nos ha salido bien, Adalberto Álvarez y yo no perdemos las esperanzas de realizar alguna vez un encuentro mundial de bailadores de casino en Cuba, porque aquí nació, aquí creció y no podemos dejar que nadie nos lo arrebate.
“Desde hace unos meses emprendimos un trabajo con el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, porque si algún estilo de baile es patrimonio del cubano, ¡ese es el casino! Es una labor difícil, que requiere de tiempo, lleva parámetros, documentos y certificaciones que deben ser aprobados por expertos, pero yo tengo confianza en lograr primero la condición de patrimonio de la nación, y luego, con seguridad, ser declarados por la Unesco como patrimonio vivo de la humanidad”.
Pero todo no se queda en sueños y esperanzas. Juanito el Abuelo tiene bien ocupadas con su trabajo la mayoría de las noches de la semana, donde hace lo que tiene que hacer para que el casino siga bien vivo.
“Nosotros, con el Proyecto Rueda de Casino, que son los más jóvenes seguidores y cultores de esta historia, tenemos nuestro espacio principal los martes, jueves, sábados y domingos en el 1830; los lunes recién abrimos en el Hotel Comodoro; los miércoles en La Gruta, en La Rampa, y los viernes con el Grupo Moncada en Le Select, en 28 y 5ta. avenida, Miramar.
“En el 1830 tenemos cada sábado música en vivo, con varias orquestas jóvenes que saben hacer buena música para bailar, como Las Canelas; Aisar y el Expreso de Cuba; Maikel Dinza y Soneros de la Juventud; Andy Rubal; Chispa y los Cómplices, y otras igual de primera línea, como Yumurí y sus Hermanos, que vamos rotando. Los domingos mantenemos “El Moncada y el Casino de todos”, que ha sido una fórmula tan novedosa como exitosa.
“Casi sin promoción en los medios, nuestros lugares se repletan. Los jueves la gente va al 1830 a bailar con los fundadores y allí se mezclan todas las edades y todas las nacionalidades. Porque tenemos lo principal: nos sobra entusiasmo, buena música, y hay pista suficiente para bailar”.
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