MIRAR(NOS): Simulaciones

MIRAR(NOS): Simulaciones
Fecha de publicación: 
28 Julio 2017
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Seguramente, usted que lee estará al tanto de las personas que ponen señales de PARE a las mejores situaciones. Es decir, se pasan el tiempo soñando con un estado idílico que demora y cuando lo tienen enfrente, lo dejan pasar porque les parece la cosa más increíble que, por fin, haya llegado.

En lo personal, todas las esperas del mundo me parecen largas: me dan ganas de bostezar cuando demora una guagua y, si soy yo quien espera, ya saben lo que dicen...

Como ser humano, al fin y al cabo, uno sueña, desea, se levanta y pone manos a la obra para ver la materialización de alguna quimera, espera milagros... Aparentemente, no es tiempo para pedir sones, y el cuento de los tres deseos concedidos por el genio a Aladino no es más que eso, un cuento.

Cuesta mantener la cordura y el sentido común, ser justos, cuando la vida nos ha maltratado de todas las maneras posibles, incluso retrasando injustificadamente algún encuentro; es lo que más trabajo impone. Las personas dejan de soñar entonces y se vuelven duras, refuerzan los cerrojos de su coraza y no dejan que entre más nadie.

Hoy no me tilde de pesimista. Mientras camina este viernes, piense en las veces que el azul del cielo o el mar ha sido su único consuelo, su única tabla salvadora ante tantos agobios impuestos por una cotidianidad tan cruel, que no regala ni el agua de lluvia (ni por anunciada), cuando usted dispone todos los enseres para recogerla o se llena de la niñez suficiente para bañarse en un aguacero.

Ya la gente no hace eso, no les da tiempo esperar el mejor momento para hablarle a la cámara de un cajero o montarse en una guagua equivocada, a sabiendas, solo por el puro placer de conocer la ciudad. No hay tiempo para idioteces, así le llaman ahora.

Mi vecina, usted y yo nos ponemos PARE, dejamos el tiempo correr y nada productivo ni eterno queda; queda la desolación y los amarguísimos sinsabores por todo lo que pudo ser. Eso sí es tonto, con el mayor respeto: suspirar por una realidad que nunca lo fue. No se puede estar medio muerto o medio vivo; se puede, en cualquier caso, sobrevivir apenas, y cruzar apresurados los semáforos en rojo.

Se puede uno vestir de blanco, alquilar un traje y simular. La vida, al fin, se compone más por las simulaciones que por las realidades. Usted conoce las suyas, pero no pregunte por las de nadie. ¿Cuántos habrá que miren la luna al mismo tiempo? No es que le pidan algo: es que entre tanta y tanta algarabía, en las noches es lo mejor que oferta el paisaje.

Y así hay gente que simula ser feliz porque se cansa de esperar lo eterno, lo verdaderamente formidable.

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