Afganistán: Pueblo indomable

Afganistán: Pueblo indomable
Fecha de publicación: 
27 Julio 2017
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La notable ola de atentados comenzada en mayo pasado contra objetivos gubernamentales y las tropas norteamericanas que permanecen en Afganistán, continuó subiendo de tono en esta última semana de julio, con ocho ataques en zonas de máxima seguridad, los más recientes en las cercanías del Palacio Presidencial y en el interior de un hospital militar, con saldo superior a 100 muertos y el doble de heridos.

No fue simplemente ataques con bombas o camiones hechos estallar, sino que grupos de resistencia penetraron en algunos lugares considerados hasta ahora inexpugnables, mientras los medios de información controlados por Occidente se referían principalmente a las víctimas civiles, entre ellas mujeres y niños, sin mencionar el daño causado a las fuerzas del ejército y policía local entrenadas por oficiales norteamericanos.

AFP indicó que una de las acciones iba dirigidas contra guardias de seguridad que protegían la residencia de Mohammad Moqaqeq, uno de los líderes de la comunidad hazara y parlamentario, indicó a la AFP, en tanto el portavoz presidencial, Shah Hussin Murtazaw, calificó de crimen de lesa humanidad el ataque al hospital militar.

También se reportaron ataques aislados contra las bases der Bagram, Jalalabad y Kandahar donde permanecen unos 5 500 soldados norteamericanos de los más de 13 000 que estarán hasta por lo menos el 2024 en el país centroasiático, luego de haberse anunciado oficialmente la retirada por la administración anterior estadounidense, alegando la “fragilidad” de la situación en el país.

Para el actual presidente Donald Trump, contradiciendo una opinión anterior, la misión es vital para los intereses de seguridad nacional norteamericana, al prevenir los supuestos ataques terroristas contra los ciudadanos y la nación.

La fortaleza de la resistencia afgana, sin dudas, obedece al apoyo de una gran parte de la población, sin importarle si son talibanes o de cualquier otro grupo, tal es el odio despertado por un ocupante que ha experimentado con numerosas armas de todo tipo, arrasado aldeas, hecho ascender brutalmente el número de “bajas colaterales”, mediante políticas de tierra arrasada, en la que incluyó el lanzamiento de una bomba de nueve toneladas en la zona fronteriza con Paquistán, otro país agredido por su “aliado” imperialista.

A EE.UU. solo le resta utilizar el arma atómica contra el pueblo afgano para doblegar su resistencia, incólume a pesar de la muerte de decenas de miles de sus hijos el desplazamiento forzoso de millones de ellos, en una nación tradicionalmente nómada.

Lo cierto es que se ha demostrado históricamente que ninguna invasión extranjera ha podido doblegar a este pueblo, que habita en una de las naciones más atrasadas del mundo, pero que, de una manera u otra, se une ante el enemigo común.

En este sentido, el ex presidente Hamid Karzai declaró que la presencia militar de Estados Unidos, así como la de otros países en Afganistán perjudicó la situación en el país centroasiático, e hizo más fuerte a lo que denominó terroristas.

Asimismo, se detectó la presencia de unos 3 500 combatientes del terrorista Estado Islámico, desperdigados en 25 de las 34 provincias afganas, que, según algunos medios, su entrada fue facilitada por Estados Unidos para combatir al Talibán, que lo considera su enemigo.

Quizás algunos no conozcan que un día antes del ataque terrorista a las Torres Gemelas neoyorquinas y al Pentágono en Washington, el 11 de septiembre del 2001, el entonces presidente George W. Bush había decidido atacar a Afganistán, bajo el pretexto de que se negaba a entregar a Osama bin Laden, un hombre entrenado por la Agencia Central de Inteligencia para combatir a las fuerzas soviéticas que habían acudido a petición del régimen democrático instaurado en 1974.

Poco después, en octubre, esgrimiendo una nueva excusa, la supuesta participación del Talibán en los atentados de hace casi 16 años, el Imperio hizo gala de su espíritu abusivo, al matar civiles, destruir infraestructura y ocupar parte de la atrasada nación.

Luego, miles de especialistas bélicos norteamericanos modernizaron bases, dirigieron por doquier tropas del genuflexo aliado y de otros aliados en el genocidio, desde españoles a alemanes, pasando por el resto de la gama de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Ahora se divulga toda acción de la resistencia contra quienes usurparon el poder, extranjeros y locales, pero no se menciona que siguen las cruentas venganzas, que ha hecho desparecer a familias enteras, al estilo de la peor mafia.

Ahora, como indicamos antes, se asegura que Washington ha utilizado al Estado Islámico, que no recibe ni un disparo norteamericano ni de sus aliados, para combatir a los talibanes.
Y repetimos algo necesario, porque es en honor a la verdad: cuando se habla de los talibanes, hay que destacar que después de haber sido barridos del poder, se organizaron y, junto con otros elementos opositores, establecieron una férrea resistencia al ocupante, con valentía, independientemente de que no se esté de acuerdo con procedimientos o modus vivendi discriminatorios.

Mal armados, refugiándose en las montañas, en sus cuevas y otros vericuetos para emprender sus acciones armadas, la resistencia no pudo ser doblegada, a pesar de que la OTAN e ISAF, combinados por EE.UU. en la pomposa operación Apoyo Resuelto, contó con la participación, además de la del Imperio, con la del Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Turquía, España, Rumania, Australia y 37 países más,  recordándome aquella intervención de Washington en Corea, en 1950, bajo la bandera de Naciones Unidas, en la que consiguió la de las fuerzas armadas de otras 14 naciones. No obstante, el Imperio salió derrotado, al verse obligado a firmar un armisticio un 27 de julio de hace 64 años.

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