Toros en Cuba

Toros en Cuba
Fecha de publicación: 
19 Julio 2017
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El pasado fin de semana en La Habana, casi se podían escuchar los bufidos del animal enardecido y el multitudinario ¡olé! premiando algún arriesgado pase del mataor.

Quedaba inaugurada en la capital cubana la expo "Cuba brava. El toreo en la memoria histórica de Cuba", acogida por la Casa de México, donde las pinturas, esculturas, fotos, carteles, trajes, documentos, y otros elementos afines a la lidia contenidos en la muestra, evocaban la larga y por muchos desconocida tradición taurina que alentó en esta Antilla mayor.

No es difícil intuir que fueron los conquistadores españoles quienes introdujeron aquí y en muchos otros países de América los espectáculos taurinos, hoy criticados por no pocos a causa de las crueldades que entraña para el toro.

Según asegura el taurófilo español Plácido González Hermoso, la primera corrida de toro aconteció en Cuba en 1514 y de ella dio fe fray Bartolomé de las Casas en su “Historia General de Indias”.

Fue en 1769 cuando se construyó, al decir de fulano,  la primera plaza de toros en La Habana, entre las calzadas del Monte y Arsenal.  

Unos 27 años después, los habitantes de la villa vieron levantarse en la intersección de las calles Monte y  Egido la segunda plaza, y una tercera en 1818. Toros y toreros eran importados  de la metrópoli.

Entre los primeros festejos taurinos de que se tienen noticias en esta tierra, se apunta también el realizado en 1569 para honrar a San Cristóbal, patrono de la villa habanera de igual nombre. Y como uno de los más sonados de la Cuba colonial quedó señalado el que tuvo lugar en 1759, a propósito de la coronación de Carlos III.

En honor a este rey se inauguró en 1885  la séptima plaza de toros de la capital cubana  denominada de “Carlos III” o de “La Infanta”.

Hasta por la televisión se difundieron durante casi diez años estas corridas de toros, pero aun así no parecen haber contado con el fijador necesario para permanecer, no obstante los esfuerzos y añoranzas de los migrantes españoles aquí establecidos.

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Fermín Espinosa Armillita toreando en La Habana.

No obstante, parece ser que de modo excepcional, Pero el mundo el toro no se rendiría tan fácilmente y, tras mucho insistir, consiguieron que el gobierno permitiera que se dieran unas corridas de toros en la Habana, con la condición de que no se mataran o banderillearan los toros. La citada corrida se celebró en el Estadio Tropical, con una capacidad de 13 mil espectadores, el 27 de abril y los días 4 y 11 de mayo del 1941.

Ni Mazantín el torero

Todavía puede escuchárseles a algunos abuelos la frase “Eso no lo sabe ni Mazantín el torero”, o “eso no lo hace ni Mazantín el torero" y quizás cubanos más jóvenes echen mano a la misma expresión por tradición familiar.

Pero quizás no sepan que el  Mazantín que invocan es realmente quien fuera el famoso torero Luís Mazzantini y Eguía, un vasco nacido en 1856.

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El famoso Mazzantini el torero, cuyo nombre, a manera de referente, quedó incorporado al habla popular cubana.

Destacaba del resto por su modo elegante y rebuscado de buscar dentro y fuera del ruedo. Gustaba de la ópera, las tertulias y de codearse con la alta sociedad española, a donde retornó luego de una larga estancia en Italia.

Usar siempre trajes de luces verdes para torear le valió muchas burlas entre sus contemporáneos. Y con esos  mismos trajes vino a torear a Cuba en 1886.

Aquí protagonizó un total de 16 corridas, y la recién construida Plaza de toros de Belascoaín, emplazada en la calle de igual nombre entre Virtudes y Concordia, fue escenario de su valor y destreza.

Mas La Habana toda le sirvió de telón de fondo para su romance con la actriz francesa Sarah Bernhardt. Eran un roto para un descocido porque resultaban igual de excéntricos.

Mazzantini dejó en la Isla huellas en la moda, las costumbres, y hasta en marcas de cigarros.

Unas cuatro décadas después del paso de aquel  torero galán por San Cristóbal de La Habana, el toreo en general dejó de ser parte de la vida insular.

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El más actual cartel sobre toros y toreros en Cuba para anunciar este julio una exposición sobre el tema.

Exactamente en 1899, luego del hundimiento del Maine, las fuerzas de la intervención norteamericana prohibieron por orden militar las corridas, y a quien pretendiera ignorar la orden le endilgarían una multa de 500 pesos.

La tauromaquia en Cuba, después de más de cuatro siglos de llenar plazas y emociones, pasó como Mazzantini, dejando su huella, pero para no volver, solo en exposiciones como la que ahora tiene lugar en La Habana. 

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