CRÍTICA DE CINE: Brain on Fire

CRÍTICA DE CINE: Brain on Fire
Fecha de publicación: 
20 Junio 2017
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Y aunque a los actores este tipo de películas les da la oportunidad de mostrar cuán brillantemente ellos asumen el dolor, a menudo se encuentran más intenciones de lograr nominaciones al Oscar que de tener interpretaciones dignas.

Por ejemplo, en Brain on Fire (2017) se nota a las claras el propósito de la jovencita Chloë Grace Moretz de lograr una huella en el mundo actoral de los adultos. En esta cinta ella interpreta a Susannah Cahalan, una periodista de Nueva York que, sin nada que lo provoque, comienza a desarrollar una aparente locura. Al principio solo parece confundida, pero, poco a poco, su desarreglo va in crescendo: tiene cambios incontrolables de humor y lapsos en los que olvida qué ha pasado.

Todos los médicos piensan que ha desarrollado una especie de psicosis producto del mucho cansancio mental que tiene en el periódico en el cual trabaja, pero los padres de la chica presionan para que se investigue más, y se termina descubriendo que la periodista joven sufre de una enfermedad muy rara y atípica, en la cual una parte del cerebro se inflama y hace perder al individuo el control de muchas funciones, tanto físicas como psíquicas.

La mayor parte de esta película transcurre en tratar de descubrir cuál es la enfermedad de Susannah, por lo que el filme se vuelve repetitivo y pierde tensión. La edición no es nada dinámica y las escenas son, de tan reiteradas, monótonas. Intentan provocar empatía a toda costa, pero la conexión emocional con el personaje protagónico —debilidad del guion— es tan enclenque, que el espectador se siente en todo momento ajeno al conflicto que tanto interés tiene el director Gerard Barrett en mostrar.

El principal fallo de la cinta es no lograr empatía con la protagonista. Si vas a tener un filme en donde la actriz principal va a rodar por una hecatombe de desastres emocionales y físicos, es buena idea hacer que esta protagonista te importe desde un principio. Pero siempre la vemos como un personaje plano, cuya única razón de ser es sufrir su rara enfermedad.

Como actriz, Moretz logra una fuerte presencia en la pantalla… a veces demasiado fuerte. Es una pena que sobreactúe algunas escenas; su nivel actoral no ha llegado aún al nivel de madurez de Carrie-Ann Moss, quien interpreta a su madre: aún no sabe definir en qué escenas darlo todo y en cuáles estar más contenida. Si su intención fue, como parece ser, demostrar su habilidad para llevar una carrera dramática como adulta, ha resultado un fallo.

Brain on Fire deviene así una cinta fallida que toca, sin embargo, un tema candente y necesario, que se vuelve aún más interesante por estar basado en hechos reales.

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