Un niño es un premio

Un niño es un premio
Fecha de publicación: 
1 Junio 2017
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De todas las criaturas mágicas, a los niños (ahora lo sé) les fue entregado el poder de encantar con un gesto, con una mirada apenas. En el vuelo de un papalote o en el canto a una muñeca funden lazos de compromiso, sin comprender todavía terminologías tan complicadas. Su corta estatura no fue tropiezo, desde el inicio de los tiempos les otorgaron sinceridad en la alegría o la tristeza sin posibilidades de hipocresía en el comportamiento.

Saben amar, sin remordimientos y sin segundas lecturas aunque puedan con toda la intención del mundo manipularnos luego de un regaño. Un beso es su mejor arma pero ¿a quién timamos? También nuestro mejor resguardo.

Y ¿qué decir de la sonrisa de un niño? Verlos siempre alegres se convierte en premisa insoslayable, en razón para despertar y para hacer las cosas (por ellos) de la mejor manera posible sin hacer pausas para descansar hasta que no cierren sus ojos primero.

Porque para los mayores, especialmente en Cuba, un niño deviene la oportunidad de ser mejores en su reflejo cómo en un segundo chance de la vida para que perfecciones errores, para que camines en sus zapatos, por senderos más limpios.

Alguien, de quien no recuerdo el nombre dijo una vez que un niño tiene la digestión de una tragaespadas, la energía de una bomba atómica y la curiosidad de un gato, los pulmones de un dictador y la imaginación de Julio Verne.

En sus bolsillos podrás encontrar lo más increíble: desde un dibujo embadurnado con mermelada hasta un tirapiedras sin piedras.

Un niño implica cuotas elevadas de desvelo, lágrimas por sufrimiento que no resulta tan ajeno y que te conviertas de forma inevitable en enemigo de sus enemigos aunque salgan de un cómic o de una película infantil, que quizás tengas que repetir un sinnúmero de veces con el único aliciente de verle complacido.

La niñez, es un estado del alma al que todos podemos regresar sin tenemos la disposición. Un niño es ante todo un premio, una criatura mágica… y debiéramos dejarnos enseñar por ellos. Mi hijo es mi mejor maestro, me enseña la pureza y otros nobles sentimientos de los que espero no se olviden detalles a lo largo de este trayecto que denominamos existencia.

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